En el último siglo, el planeta ha perdido el 75% de la biodiversidad cultivada que había desarrollado en los últimos 10.000 años, según los datos de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Prácticamente lo mismo ha ocurrido en la comunidad autónoma, donde el Banco de Germoplasma Hortícola de Zaragoza del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (Cita) ha recopilado más de 17.000 muestras de semillas pertenecientes a más de 300 cultivos o especies desde su puesta en marcha en 1981.

La gran mayoría de estas muestras son ahora testigos de la agricultura del pasado, puesto que hace tiempo que estas variedades dejaron de cultivarse en los campos y los huertos aragoneses. Si no hubiera sido por el Banco de Germoplasma Hortícola, todas estas variedades, que representan la riqueza de los cultivos del territorio aragonés, se habrían perdido «para siempre».

Así de contundente se muestra Cristina Mallor, responsable del banco, que explica que la labor de este centro de investigación y documentación ha servido para «proteger y conservar» la biodiversidad aragonesa, principalmente, pero también de todo el país, ya que reciben también muestras de otras regiones españolas. Lo que conservan en el banco son semillas de cultivos «tradicionales o autóctonos», que hace tiempo dejaron de cultivarse o pasaron a formar parte, tan solo, del autoconsumo familiar y, por lo tanto, peligraba su continuidad.

La expansión de monocultivos más productivos en la agricultura o la falta de relevo generacional en las explotaciones están, entre otros motivos, detrás de la pérdida generalizada de la biodiversidad en el campo.

Además, según explica, cada vez más en las explotaciones agrícolas y hortícolas se optaba por «comprar la planta en lugar de producir tu propia semilla», lo que también ha ido mermando la variabilidad de las especies cultivadas. «En los años 80 se empezaron a recoger y documentar semillas, porque se detectó que se estaban perdiendo muchas variedades», explica Mallor. Entonces, hortelanos de todo el país proporcionaron semillas de hortalizas y frutas de toda la geografía española.

Brotes verdes

En estos más de treinta años se ha continuado con esta labor, que ahora rebrota de nuevo y ha llegado a «colapsar» el banco de germoplasma hortícola de Aragón. «Ahora hay muchísimo interés en la recuperación de estas variedades tradicionales y autóctonas y se ha disparado el número de peticiones que recibimos para conservar muestras, hasta tal punto que no podemos dar respuesta a todas», asegura Mallor. Al tratarse de un centro público, atienden peticiones de organismos institucionales, asociaciones y agricultores a nivel particular.

Uno de los motivos del nuevo boom es el mayor interés por el consumo de proximidad y la agricultura ecológica. «Estas variedades autóctonas se adaptan mejor a los criterios de la agricultura ecológica y también suponen la recuperación de los sabores y variedades tradicionales», indica Mallor.

Ya hay casos de éxito de recuperación e identificación de variedades autóctonas que tienen una importante respuesta del consumidor en el mercado, como el tomate rosa de Barbastro o la cebolla de Fuentes de Ebro. Además, también se sigue trabajando en dar a conocer las propiedades y las cualidades organolépticas de la judía blanca de Muniesa, la judía caparrona de Monzón, el bróquil de Huesca y Barbastro, el melón de Torres de Berrellén o la zanahoria morada del Maestrazgo. Manjares a buen recaudo en esta caja fuerte de las semillas.

Del tomate rosa al espárrago

Hace más de una década, la Asociación de Hortelanos del Alto Aragón empezó a trabajar con el Cita para destacar las propiedades organolépticas de su hortaliza más preciada, el tomate rosa de Barbastro, que ya está registrado como marca nacional de calidad. El año pasado se alcanzó la cifra récord de 2.200.000 kilos de tomates, pero la demanda sigue multiplicando a la oferta. Desde la asociación, su gerente, Esteban Andrés, recordó que apuestan por «primar la calidad sobre la cantidad», así que en esta campaña se volverán a plantar las mismas hectáreas de tomate rosa de Barbastro.

Los buenos resultados en el desarrollo y la comercialización del tomate ha impulsado un nuevo proyecto, en el que la asociación lleva más de un año volcada, el de la recuperación del espárrago tradicional de la capital del Somontano y el cultivo del espárrago grueso blanco. «En el 2019 llevamos unos doce lotes de semillas, y este año, otros siete, para que puedan fijar la variedad genética más resistente y de mayor calidad organoléptica», explicó Andrés. En el caso de este cultivo, recordó, «quedan poquísimas esparragueras tradicionales, incluso algunas centenarias», por lo que «conservarlas es muy importante», aseguró.

La cebolla más dulce

La Denominación de Origen Protegida Cebolla Fuentes de Ebro empezó a colaborar con el Cita incluso antes de constituirse como tal. La agrupación de productores de Fuentes de Ebro inició los contactos con el banco de germoplasma hace quince años, cuando se desarrolló el primer proyecto para identificar la variedad genética de las semillas y su comportamiento en distintas parcelas y terrenos.

Uno de esos primeros estudios sirvió para demostras que la cebolla de Fuentes de Ebro «tiene menor picor» precisamente por cultivarse allí. «Se plantó el mismo material genético en Fuentes y en Montañana, y ahí se vio que había distintos grados de picor», explicó Jesús Berdusán, vicepresidente de la DOP Cebolla Fuentes de Ebro. «La morfología del suelo, la diferencia climática e hídrica suponen que en este terreno las cebollas tengan menos picor», manifestó.

Para Berdusán, la colaboración con el Cita ha supuesto «un gran aprendizaje» para los agricultores. «Hemos mejorado genéticamente nuestras variedades y cada uno ha decidido qué semilla desarrollar», indicó. Para la próxima campaña, después de incidencias por riadas y heladas desde el 2017, «esperamos lograr el objetivo de 5 millones de kilos de cosecha».