Se escandaliza el personal de que tengan que levantar las aceras de la Plaza de España apenas dos años después de su gran reforma, pero en mi calle se pusieron ayer a picar y cavar las que deben ser las sextas o séptimas zanjas que nos abren en la rúe en este decenio. No sé si es imprevisión, necesidad imperiosa, el avance de las telecomunicaciones o esa idea de que una ciudad postmoderna se caracteriza por la constante reconstrucción, pero vivimos al ritmo de los martillos neumáticos.

¿Cómo no se dieron cuenta en su momento de que los autobuses no podrían girar a gusto en la Plaza de España?, nos preguntamos quienes creíamos en la infalibilidad de los ténicos municipales. Vayan ustedes a saber. Va a quedar tan raro ese céntrico enclave urbano, con los accesos al parking del Tubo remetidos en plena vía pública, que a lo mejor nadie advirtió lo apretados que iban a estar los buses o la inoportuna ubicación de un paso de peatones cruzando la propia entrada del susodicho parking. Será el gusto por la chapuza... o ganicas de joder, que decía mi abuelo.

Pero, en fin, puestos ya a hablar de calles (mientras en esta tarde de martes siguen votando los norteamericanos y el mundo entero contiene el aliento), aprovecho la oportunidad para llamar la atención sobre lo que sucede en la carrera del Sábado, pequeña vía que es la única de Zaragoza que se autodenomina así, carrera , en fabla aragonesa, y que a su vez acaba (o empieza) en la calle Viva España (¡nada menos!). Bueno pues este lugar, apartado y oscuro en las madrugadas de los sábados que homenajea, es utilizado por los jóvenes y las jóvenas que vuelven de la zona del Royo para deponer parte de lo que han bebido en los bares, dejando aquello hecho una verdadera mierda (dicho sea con perdón). ¿Podrían.las autoridades competentes mandar a los correspondientes equipos de limpieza para asear un poco aquello? Que con eso basta, oigan. Ahí no hay que picar ni levantar nada.