No hay pronóstico certero sobre cómo será la vendimia del 2019 en Aragón. Todo apunta a que será notablemente inferior a la del pasado año -la del 2018 fue «extraordinaria»- y que estará entre un 10% y un 15% por debajo de la media histórica, por lo que podría oscilar entre los 100 y los 115 millones de kilos. Pero habrá que esperar a que el tiempo dicte sentencia, porque en algunas zonas el descenso podría ser más acusado.

Es el caso de la Denominación de Origen Campo de Borja, cuyas previsiones de cosecha se sitúan hoy entre un 40% y un 50% inferiores a la del 2018, cuando se recogieron 44 millones de kilos de uva y se alcanzó un récord histórico. Allí esperan una vendimia «muy larga» por la escasa maduración y el retraso en el envero.

Desde la Denominación de Origen Cariñena, la que más produce en la comunidad, subrayan tajantemente que la cosecha será «mucho más baja» que la del 2018. Entonces se alcanzaron los 109 millones de kilos de uva. Y la situación es similar en las DO de Calatayud y del Somontano, donde todavía tampoco se atreven a hacer pronósticos

A LA ESPERA DE LLUVIAS

El responsable del sector del vino en UAGA, José Manuel Tejero, señala que todavía hay que esperar, ya que «si hubiera precipitaciones y cayeran entre 40 y 50 litros por metro cuadrado la situación cambiaría radicalmente». Pero, de momento, las previsiones apuntan a que la cosecha «menguará» porque «hace mucho calor y el grano todavía es muy pequeño», afirma Tejero, que tiene 25 hectáreas de secano entre los municipios de Aguarón y Cariñena.

Nicolás Abad, un viticultor de Almonacid de la Sierra, hace el mismo diagnóstico y también se muestra cauto sobre lo que pueda ocurrir. «Creo que recogeré un 40% menos de producción que el año pasado», campaña en la que recolectó 220.000 kilos de uva de su producción ecológica de 40 hectáreas.

SEQUÍA Y MUCHO CALOR

El estrés hídrico y las elevadas temperaturas ha provocado que el grano de la uva tenga todavía un tamaño muy pequeño porque no ha podido madurar lo suficiente. Las temperaturas de más de 35 grados e incluso de 40 ha hecho que haya muy poca humedad en la tierra, lo que evita el crecimiento de la uva. «Incluso se observa cómo algunas cepas protegen al grano con la caída de las hojas», subraya el responsable de UAGA.

El año, por tanto, se puede calificar de «muy raro», porque aunque «no ha habido problemas de enfermedades y plagas, lo cierto es que la situación es muy incierta aún. «Yo no recuerdo un año así. En las zonas altas incluso se ha quemado la flor», apunta Tejero.

Una de las variedades a las que más ha afectado la meteorología es la garnacha, ya que es «muy sensible». «A la hora de la floración hubo temperaturas muy altas y por las noches se concentró mucha humedad», recuerda Tejero. Abad, que espera concluir la vendimia en torno al 10 de septiembre, también lamenta el «mal cuajado» de la garnacha, una de las variedades que ofrece más tirón a la hora de la comercialización.