El relato de los agentes de Homicidios, de la Policía Científica y de Estupefacientes que investigaron la muerte violenta de Lamine Gueye, hallado desnudo y con bridas en muñecas y tobillos en el suelo de su salón, dio al jurado que decidirá sobre el caso una nueva perspectiva sobre las últimas horas del joven senegalés. Sobre ella tendrán que decidir si Brayan M. G. fue el autor material de la muerte y Victoriano M. G. y y Daian O. A., los encubridores. Por ello se sientan toda esta semana en el banquillo de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Zaragoza.

Los policías expusieron que Lamine, que había sufrido una agresión en casa dos meses antes de su muerte, ocurrida en mayo del 2013, solo recibía a los clientes previa llamada, para evitar sorpresas. Un vídeo de seguridad de una entidad bancaria de la calle Mompeón Motos les situaba llamando al traficante antes de entrar en la casa. Y demostraba, por la ausencia de llamadas posteriores como por las imágenes, que nadie entró en la casa tras ellos, salvo los amigos que le encontraron muerto.

Según el relato policial, Brayan M. G. y su hermano --ya condenado a siete años de reclusión en un centro de menores por el mismo asunto-- fueron con intención de agredir a Lamine Gueye, ya que le enseñaron a los presuntos encubridores, que les llevaron en coche desde Calatayud, las bridas y la pistola de fogueo que portaban. "Pero no llevaban dinero", remarcó el instructor del caso. Habían quedado en entregar 2.600 euros por un kilo de marihuana, según las declaraciones de varios testigos, incluídos los dos imputados por encubrimiento.

Así, según la reconstrucción, dispararon la pistola para amedrentar a Gueye --había dos casquillos, del mismo tipo de los que encontraron en casa de Brayan M. G., aunque no hallaron el arma--, le ataron con bridas, que aún llevaba puestas, aunque desatadas, y en la cama le asestaron dos fuertes golpes en la cabeza con la culata del arma. Luego se fueron, tras buscar la droga infructuosamente.

El joven habría conseguido desatarse y levantarse, lo que explicaría que cerrase la puerta por dentro. Sobre todo al ver prendas de los agresores, que se quitaron por las manchas de sangre --la había por todo el dormitorio, de salpicaduras por la violencia de los golpes-- y que pudieron hacerle temer que regresaran a por ellas.

La Policía especula con que se habría duchado, incluso afeitado la cabeza, para ver mejor las heridas, pero la pérdida de sangre le hizo sentarse en el sofá del salón y finalmente desplomarse en el suelo, donde le encontraron ya sin vida.