Cuando la gente que pasea por el paseo de la Independencia de Zaragoza no presta atención a la voz de Patricia Romo esta cantante opta por algo que casi nunca falla. Interpretar El hombre del piano. O La llorona. O si las cosas son verdaderamente duras, como pasa los días de mucho frío, igual es el momento de recurrir al Hallelujah de Leonard Cohen. Un repertorio variado con una denominación común. Busca evitar la indiferencia, el letargo de la gente que pasea a sus quehaceres. «Intentamos ofrecer algo bello en medio del día a día», destaca.

El ejemplo de Romo es uno de tantos en la ciudad. Desgraciadamente esta semana su labor ha sido protagonista involuntaria de una de esas polémicas que las redes se encargan de magnificar. Así lo cree el propio Big Moon, el artista senegalés que tuvo que interrumpir su actuación cuando una aglomeración de 200 personas en la calle Alfonso, su escenario desde hace varios años, se desmadró por la presencia de gente con las mascarillas bajadas.

«Lo que ocurrió no estaba previsto, salgo a cantar cada día para ganarme la vida, como otros tantos compañeros», reconoce este músico de trayectoria atípica que lo mismo pisa los platós de Tele 5 como los eventos privados a los que lo solían invitar. Y todo sin olvidar su Senegal natal, tras unos duros comienzos en los que sus actuaciones callejeras no obtenían ninguna repercusión.

En estos días Bour Sall, su nombre real, ha tenido que lidiar con varios golpes inesperados. Por un lado su ingrato papel de protagonista por su actuación en la calle y por otro la enfermedad de un familiar.

La historia de Romo no tiene mucho que ver excepto en el amor y la confianza absoluta por la música. «Lo que sucedió es solo una anécdota, la música es cultura y no se puede jugar más con algo tan esencial como el arte», destaca.

Desde que se animó a actuar en la calle, las mañanas en las que lo permiten las normas, ha descubierto de forma aún más directa «el poder de la música para transformar a la gente». A veces se nota en una mirada, en el vídeo furtivo con el que graban alguna de sus actuaciones. O en el agradecimiento sincero al terminar una canción. «Muchas personas necesitan acercarse a decirnos unas palabras», se sincera.

Romo trabaja como profesora de canto durante las tardes. Pero no está dispuesta a renunciar a mostrar su voz en el amplio auditorio de la plaza de Aragón. «Como en cualquier otro escenario lo fundamental es buscar la conexión con el que mira», destaca. Solo el cierzo puede hacer que anule estas actuaciones. O una aglomeración inesperada, ante la que cancelaría sin dudarlo.

En un contexto marcado por el covid creen que tras difundirse las imágenes de la calle Alfonso que sufren una persecución injusta, un lamento al que se suma también otro artista habituado a las plazas y los portales como es Diego Meléndez.

Monedas al sombrero

Todos forman parte de la plataforma de músicos callejeros de la ciudad. Una entidad que agrupa a unos 40 artistas y que les ayuda a lidiar con la burocracia que las personas que se acercan a echar unas monedas en sus sombreros no pueden ni sospechar. Ahora temen que el próximo mes de abril se terminen las prórrogas de sus permisos, pues no se ha producido una nueva convocatoria. Además, exigen que se revoque la restricción horaria que les deja casi sin tiempo para actuar. Recoger a las seis de la tarde es menospreciar su actividad.

Mientras, la actividad cultural del paseo de la Independencia sigue su curso a pesar de la indiferencia de los paseantes. Solo hay que mirar: guitarristas, malabaristas, cantantes...