En España el Poder impresiona mucho, particularmente cuando es ejercido por sus gestores tradicionales. Mi abuelo Matías solía decir que la causa de tal fenómeno no es sino la incapacidad histórica de nuestro pueblo llano para rematar en victoria sus intentonas revolucionarias. Los holandeses, los ingleses, los americanos y los franceses sí lo consiguieron; pero los españoles, nanay. Por eso aquí siempre acojona ver a la gente de orden subida a la peana. Y en Aragón (donde hace siglos que no le ganamos un pulso al Poder), para qué vamos a hablar.

Todo esto viene a cuento de que ahora llevamos un breve pero intenso tiempo de fugaz liberación. Sea por lo que sea, fiscales y jueces ya ven de otra manera la catástrofe el Yak (y lo que vino después), la Intervención del Estado mete el dedo por las llagas que dejó Alvarez Cascos en las cuentas de Fomento, aflora el déficit ocultado, se descaran los funcionarios, la gente de vuelve de repente criticona y los taxistas de Zaragoza descubren al fin que el tráfico de la capital aragonesa es un sinvivir. Y además, periodistas y otros creadores de opinión nos soltamos el pelo a gusto. Unos porque son de derechas y siguen la norma de la casa: arrearles a los de 3Zapatero1 hasta que doblen; otros, los 2progres1, porque ¿de qué sirve la libertad si no se ejerce? Esos españoles que sufrieron en silencio las almorranas del último Gobierno Aznar y aquellos catalanes que soportaron con obligado disimulo las sucesivas administraciones pujolistas se aflojan al fin, y entre suspiros exteriorizan su alivio.

¿Dónde estuvo en los últimos cuatro años toda esta gente que hoy acude presurosa a ocupar su puesto en el alegre campo de juego de la democracia? No se sabe. Tal vez se mantuvo en silencio por responsabilidad, por ganarse el sueldo, por convicción ideológica, porque España iba bien (¿ya no va?), por lealtad o por obediencia debida. Pero yo creo que los prudentes callaron por si acaso; por si acaso les quitaban el puesto, el curro, las expectativas profesionales... o sea, por canguelo.

Así es la naturaleza humana. Mas corramos un estúpido velo y disfrutemos. Que de momento nos quedan cuatro años.