Un gallo domina desde hace años la vida en Maella. No canta por las mañanas, pero bajo su mirada discurre el día a día de la población. El gallet, como se le conoce, remata la cubierta de bronce de la espectacular torre del reloj del ayuntamiento, un palacio de estilo gótico fortificado que es un referente artístico en toda la provincia.

Declarado en el año 2002 Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés, el edificio de la casa consistorial es un palacio fortificado realizado en sillar en el que destacan sus portadas, aunque fueran realizadas posteriormente durante una reforma del edificio. La del acceso actual, precedida de escalinata, presenta un diseño de inspiración clasicista, con un llamativo friso curvo sostenido por columnas entorchadas que deja sorprendido al visitante. A su lado hay una balconada con una sugerente decoración en motivos geométricos.

La otra portada sigue un esquema barroco, dividida en dos cuerpos acompañados por pilastras, enmarcando el paso de la calle en la parte baja y en el cuerpo superior un gran portón que corresponde a una capilla aún en uso.

La torre del reloj constituye una de las pocas torres de carácter civil, no medievales, que se conservan en Aragón. Su origen pudo estar en la construcción del primitivo palacio gótico y la actual composición sería consecuencia de una elevación llevada a cabo como culminación de la amplia reforma del edificio iniciada en la segunda mitad del siglo XVI. Toda la construcción se cierra con una cubierta de bronce en la que la veleta del gallet ha establecido su residencia para los próximos siglos.

El visitante que lo desee puede subir por el interior hasta la última planta (son unos cuarenta y nueve metros) desde la que contemplar el panorama y el término de Maella.

Maella no es todavía un enclave que forme parte obligada de las rutas turísticas en el bajo Ebro, algo que su alcalde, Jesús Gil, lamenta. "Tenemos un turismo de fin de semana, pero todavía tenemos pendiente el reto de lograr que sea un lugar más conocido, especialmente en el resto de Aragón", indica. "La visita desde Zaragoza es muy cómoda y somos un lugar de paso a Teruel, por lo que deberíamos impulsar nuestro potencial, pues nosotros somos muy conscientes de lo que tenemos", reconoce. Y no es poco. Maella también conserva otros referentes arquitectónicos en los que el viajero puede detener sus pasos.

Uno de los más interesantes son los restos del castillo que domina la montaña sobre el río Matarraña. Construido en los años de Reconquista, por sus dependencias han pasado imponentes reyes de Aragón y escritores malditos como el francés Chateaubriand.

La leyenda dice que desde sus bodegas se iniciaba una galería subterránea que conducía hasta un huerto cercano, lo que podía facilitar la huída al río. En la actualidad, aunque fue destruido por las guerras carlistas, se ha rehabilitado y se utiliza como sala de exposiciones y conciertos de música clásica, especialmente durante las fiestas de agosto o en Semana Santa. "Desde el castillo se puede contemplar una vista impresionante de Maella, que se la recomiendo a todos los visitantes", indica Gil. El recinto suele estar abierto para los visitantes casi todas las mañanas, y como suele ser habitual, se puede recorrer en otros horarios si se avisa con antelación en el consistorio. Desde el ayuntamiento indican que se está comenzando el plan para acometer su restauración, por lo que en los próximos años irá recuperando poco a poco su esplendor inicial.

Pablo Gargallo

La casa natal del escultor Pablo Gargallo fue restaurada en 1895 y es el mejor lugar para acercarse a su figura. Además, se pueden observar algunas de las obras de sus primeras etapas y algunos bocetos de sus obras más emblemáticas, como el Muchacho desnudo en la playa, que se encuentra en el museo que lleva su nombre en Zaragoza. La visita es gratuita.

La iglesia de San Esteban constituye un interesante conjunto románico tardío en la que impresiona especialmente la espadaña de tres huecos que domina su fachada. "También cuenta con un pequeño y agradable museo parroquial, por lo que la visita es muy gratificante", precisa el alcalde. En los alrededores, en la zona en la que el escultor Pablo Gargallo solía recoger las arcillas para realizar sus esculturas, se encuentra la ermita de Santa Bárbara, levantada en el siglo XVIII gracias al tesón de los vecinos.