Del fajo cuelga una nube de llaves. La acertada retuerce un candado que protege una gruesa cadena que abraza una puerta de madera chirriante en sus siglos. Se abre delante de un torreón que casi no se percibe desde la calle por un grueso muro y camuflado por las trepadoras. La cárcel de Benabarre sigue escondida, casi oculta para sus vecinos, descomponiéndose desde su cierre en 1974. Callada sigue a la espera de ser rehabilitada con una inversión estimada en el millón de euros para convertirse en uno de los puntos de interés de este foco en expansión de La Ribagorza.

Su historia de penurias será su futuro. El nombramiento como Bien de Interés Cultural (BIC), lugar de memoria democrática de Aragón, ha sido un paso fundamental ante el deseo de conversión en un espacio museístico que dé valor e interprete la represión sufrida entre estos muros y con especial relevancia a la existencia en el municipio de una colonia escolar que dio cobijo y enseñanza a niños evacuados en la zona republicana y cuyos maestros fueron víctimas de posteriores penas.

El Ayuntamiento de Benabarre estudia las fórmulas para recabar financiación necesaria y poder ejecutar esta iniciativa complementando sus 700 metros cuadrados con una exposición sobre la historia de la localidad y sobre la figura de Pere García, afamado pintor gótico medieval natural del municipio. Un primer paso ha sido el derribo de una vivienda adyacente a la manzana para adecuar una calle que dé acceso a la ampliación del cercano colegio como centro integrado y realzar la presencia de la cárcel.

Abandono

El abandono azota una estructura firme asentada en antiguos sillares con marcas de cantero del castillo de los Condes de la Ribagorza, emblema de Benabarre. El principal problema es que parte del tejado ha cedido y las vigas de madera cuelgan o se han desplomado sobre la segunda de sus tres alturas. Los primeros trabajos se centrarán en asegurar este área, evitar más desprendimientos y reducir la degradación climática. La acometida del resto de la rehabilitación más profunda necesitará fondos de administraciones superiores.

“Antes se podía subir hasta arriba, ahora con cuidado llegas a la segunda planta”, dice el guía. Las palomas han hecho su casa de las celdas. En la entrada reposa una viaje maleta llena de hojas de otoño. En los laterales se abren las primeras celdas numeradas y cerradas con los portones originales. Algún camastro queda carcomido entre escombros. En el interior, poca luz entra por ventanas con doble reja. Al fondo se hunde un retrete colectivo. En las paredes se distinguen viejos grafitis de presos, algunos con casi 150 años de antiguedad. Si no se actúa a tiempo será complejo recuperar la escalera original y los yesos de las paredes se están cayendo y perdiendo las valiosas inscripciones.

La porcelana rojiza del suelo y el vivo color azul de la pared contrastan junto a un resistente perchero en una amplia sala de la segunda planta. Era el apartamento. Alrededor amanecen fracturada la enfermería y más celdas, algunas para presas o presos distinguidos, porque el inodoro se protege por una piadosa pantalla, y ha desaparecido. El carácter mixto de esta penitenciaria es uno de sus características peculiares.

La cárcel se proyectó aproyechando un antiguo monasterio, desamortizado por Mendizábal, del que quedaban la iglesia y el claustro hasta su derribo en la década de los 80. El arquitecto José Secall diseñó un emplazamiento con 36 amplias celdas, aprovechando los antiguos habitáculos de los monjes, dentro del plan de desarrollo de modernas cárceles en la provincia de Huesca ejecutado a mediados del siglo XIX. Finalmente se ejecutó una versión reducida, con 16 estancias para 32 presos. Sin embargo, se han contabilizado más de cien estancias tras la conquista por el bando franquista de la ciudad en abril de 1938. Distintas fuentes documentan más de 30 fusilamientos y muertes en este p eriodo.

A ritmo lento

La recuperación de su patrimonio material e inmaterial (Ball del Salvatges) entra dentrod el plan de desarrollo de la capital histórica de la Ribagorza. El proyecto de la cárcel se une a los ejecutados de recuperación del pozo de hielo, el basal, los molinos de harina y aceite, el lavadero, los porches, fachadas... y las principales inversiones realizadas en el Castillo de los Condes de la Ribargoza y el antiguo Hospital de Santa Elena, convertido ahora en albergue municipal y Centro Rural de Innovación Educativa.

La combinación entre el cuidado de las tradiciones y el desarrollo de servicios para potenciar la calidad de vida y la llegada de nuevos modadores ha sido uno de los puntos más tenidos en cuenta para la entrada, el pasado 25 de marzo, de Benabarre dentro de la Red Cittaslow, junto a Rubielos de Mora, la única en territorio aragonés.

Las gestiones realizadas en los últimos meses fructificaron con un nombramiento refrendado con una nota del 86,96%, poniendo en valor la existencia de plataformas Benabarre Sabor, que aglutina a empresas locales de restauración y alimentos (azafrán, chocolate, quesos, cerveza artesanal y embutidos), o Slow Food Ribagorza. asociación que proyecta en la comarca la filosofia de vida a menor velocidad “Este nombramiento no es una meta. Es una meta volante. Vamos a continuar porque este certificado nos obliga a seguir pedaleando”, declara Alfredo Sancho, alcalde de Benabarre.

La ampliación de la residencia, del colegio o del suelo urbano para nueva vivienda (60 unidades) o la puesta en marcha de un proyecto innovador de recuperación de huertos tradicionales son las apuestas de Benabarre por avanzar hacia el futuro.