Las estrellas fugaces de las perseidas han logrado colarse en nuestras agendas veraniegas y este año, a diferencia del anterior, las condiciones astronómicas para observarlas son buenas; eso sí, aunque el brillo lunar no vaya a ser una molestia, hay que buscar un sitio sin contaminación lumínica.

Si bien las Lágrimas de San Lorenzo, cuya observación se incluye en el programa de las Fiestas de San Lorenzo de Huesca, comenzaron el pasado 25 de julio, la mejor noche para intentar cazarlas es la de mañana al lunes. Y, como siempre, mejor en posición tumbado, en un sitio oscuro, sin obstáculos como edificios y árboles y sin instrumentos como prismáticos o filtros.

Aunque astronómicamente hablando sea un buen verano --habrá que estar pendiente de las nubes y de las condiciones meteorológicas--, no hay que esperar una cascada continua de estrellas fugaces y sí tener un poco de paciencia.

Y es que, aunque el cálculo de los modelos estándares diga que la actividad de las perseidas en condiciones perfectas se sitúa sobre los 100/150 meteoros cada hora --las estrellas fugaces son en realidad meteoros--, de estos se cree que se podrán ver unos 20 a la hora. Además, la cantidad puede variar y en unos pocos minutos se pueden cazar, por ejemplo, cinco y en media hora ninguna. Esta variación depende de muchas cosas: de la hora, del lugar elegido para la observación y de lo oscuro que sea, de la meteorología o de la agudeza visual del observador, aunque en particular la noche del domingo al lunes es magnífica para atisbar este espectáculo celeste.

En Aragón, quienes busquen un buen observatorio pueden desplazarse hasta Torrecilla de Valmadrid (Zaragoza), la Pradera de Cantalobos (Montalbán), el Parque Tecnológico Walqa o o el Centro Astronómico Aragonés, ambos en Huesca o en la ermita de la Alegría, en Monzón, con actividades específicas para una mejor observación.

Las lluvias de estrellas se producen cuando la traza de partículas de polvo y rocas que dejan los cometas en su órbita alrededor del Sol entran en la atmósfera de la Tierra y se volatilizan produciendo un efecto luminoso: los meteoros.

Estos fenómenos se pueden prever con antelación, ya que todos los años la Tierra en su camino alrededor del Sol atraviesa la trayectoria de varios cometas, en este caso el 109P/Swift-Tuttle. Cada año a principios de agosto nuestro planeta cruza la órbita de este cometa. Cuando sus partículas se cruzan con nuestro planeta impactan contra la atmósfera; el choque produce, en estos minúsculos fragmentos, un aumento de temperatura de hasta 5.000 grados en una fracción de segundo, lo que hace que se desintegren y emitan un destello de luz.