La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) ha desarrollado un método pionero para detectar y evaluar los acuíferos de la cuenca mediante sondeos de resonancia magnética, un modelo de detección directa de los puntos de agua todavía en fase experimental. Este proyecto podría suponer grandes avances en la mejora de la gestión de las aguas subterráneas, una de las asignaturas pendientes de la Administración hidráulica.

El equipo usado para los sondeos ha sido desarrollado por una empresa francesa (Iris) dependiente de un instituto (el BRGM) que vendría a ser el equivalente al Instituto Geológico y Minero de España (IGME). La propuesta no es, ni remotamente, nueva: la resonancia magnética nuclear se conoce desde principios del siglo XX; se aplicó a la tecnología en los años 40 y su uso está muy extendido en medicina. Fueron los rusos, tras la Segunda Guerra Mundial, los que la desarrollaron en el campo.

El salto del equipo ruso al francés es cualitativo. Técnicos de la CHE viajaron a Orleans para alquilar el equipo a la empresa Iris y el estudio en la cuenca del Ebro se hizo en colaboración con especialistas del citado instituto español. El trabajo de campo se llevó a cabo entre septiembre y octubre del 2003, pero los resultados acaban de darse a conocer.

LOS DETALLES Así lo explicaron el ingeniero Víctor Arqued y la geóloga Teresa Carceller, dos especialistas de la confederación que han participado en el proyecto. Lo que hace este método es medir el campo magnético de los protones de hidrógeno de la molécula del agua, conocido previamente el campo magnético de la zona que se analiza. Se emite una señal que excita dichos protones y su mensaje lo recoge una antena.

La antena registra la intensidad de la señal y la rapidez con que ésta decae. Ese decaimiento indica el tamaño que tienen los poros en los que se encuentra el agua bajo tierra y, por lo tanto, da idea del volumen del recurso que hay en un punto.

La diferencia básica con los métodos usados tradicionalmente es que éste es directo. Hasta su llegada, se utilizaban modelos indirectos, como la conductividad eléctrica, que varía en función de la cantidad de agua.

Los especialistas aplicaron los sondeos mediante resonancia magnética en zonas de los valles de los ríos Jiloca, Oja, Gállego, Jalón y Ebro para contrastar los datos que ofrecía el nuevo modelo con los que ya se tenían en la Confederación. En el 65% de los casos se pudo hacer la medición y en el 35% restante, la señal fue de calidad insuficiente, lo que da idea de que todavía hay que perfeccionar el proyecto.

Y es que se tiene que luchar contra el ruido electromagnético. La señal emitida es muy fuerte y la que se recibe, débil. Hay que repetir varias veces el proceso, porque el ruido en el caso de la primera es aleatorio y en el de la segunda, constante. Con la repetición se puede llegar a aislar la señal del agua. Un ordenador portátil, una antena, unas pilas y grandes bovinas para cable componen el equipo, que se puede transportar en furgoneta. En el ordenador se visualizan los datos, lo que diferencia este modelo, el francés, del ruso, como apuntó Carceller.

Este proyecto ofrece una alternativa "de menor coste y mayor versatilidad" para determinar la porosidad (que mide el volumen de agua respecto a la roca en que se aloja), la permeabilidad y la potencia de los acuíferos, un paso fundamental en la mejora de la gestión de las aguas subterráneas.