Con este título tan de novela negra acaba de dar Marta Robles a la imprenta su nueva entrega de la serie del detective Tony Roures, un original investigador privado llamado a formar parte de la nueva novela policíaca española.

Lo consigue gracias a sus talentos deductivos, que son muchos, pero, sobre todo, merced a su interesante, compleja, a ratos divertida, a ratos oscura personalidad, cuyos matices enriquecen sus tres tramas, tres novelas publicadas hasta la fecha: A menos de cinco centímetros, La mala suerte y una tercera, La chica que no supiste amar (Espasa), premio Letras del Mediterráneo.

Esta última, muy reciente, nos traslada a Castellón, ciudad a la que Roures se desplaza para solucionar un caso relacionado con la muerte de una prostituta nigeriana, llamada Blessing. Desde el momento en que ponga un pie en la hermosa ciudad levantina, Roures se concentrará en indagar en los entresijos de la prostitución, en busca de los asesinos de Blessing y de las razones por las que una mujer como ella, representativa de la tragedia de otras miles, es importada, engañada, vendida, prostituida, explotada hasta límites inconcebibles y finalmente, si el destino se tuerce todavía más, cruelmente asesinada...

Sobre uno de esos dramas, que la estadística hace casi cotidianos, la autora despliega una atmósfera conmovedora en lo humano, repleta de sentimientos y emociones, pero sórdida en los ambientes, en las habitaciones de esos puticlubs donde hasta el último ápice de humanidad será arrastrado por el lodo del amor mercenario y la violencia. Personajes muy marcados, proxenetas, empresarios de la noche, además de policías, abogados o jueces proporcionan al elenco de esta novela de ficción, pero muy realista, variedad y dinamismo.

La chica que no supiste amar reúne lo mejor de la tradición del género negro y una serie de interesantes aportaciones por parte de una Marta Robles que cada vez se siente más cómoda en la novela de acción y en una distancia corta con el lector.

Una prosa ágil con momentos y páginas brillantes, intensos diálogos y lo que siempre debe tener una gran novela negra: una buena y auténtica historia.