Todo el mundo lo sabe. Los chinos son muy trabajadores. Siempre están ahí, al pie del negocio, las 24 horas del día, siete días a la semana, durante todo el año si es preciso. Hasta ahora. Desde que el coronavirus empezó a propagarse en España y a no verse como una amenaza lejana centrada en Oriente, los dueños de numerosos negocios asiáticos en Zaragoza, desde restaurantes y bares a salones de belleza, pasando por los típicos bazares, han empezado a cerrar sus establecimientos y a colocar un cartel donde advierten a sus clientes que están «de vacaciones» o tomándose «un descanso» en pleno mes de marzo.

«Dado que hay una epidemia, se aprovecha para descansar y evitar así posibles contagios», dice un miembro de la comunidad china en la capital aragonesa que pide permanecer en el anonimato. «No se hace por miedo a los españoles, sino como una elemental medida de protección de todos, porque el coronavirus no entiende de nacionalidades», añade.

Basta con darse una vuelta por la ciudad, tanto por el centro como por cualquiera de sus barrios, para ver los carteles pegados a la puerta de comercios y bares en los que se advierte, sin precisar fecha de vuelta, de que el establecimiento está cerrado.

Y en los chinos que no han bajado la persiana lo normal es que se tomen precauciones y los vendedores lleven mascarilla y guantes. Así pasa, por ejemplo, en una frutería del paseo Teruel. «La gente nos conoce, llevamos muchos años aquí, y los clientes siguen viniendo», explica la encargada.

El propietario de un restaurante chino que se dispone a clausurar temporalmente el negocio, ubicado en el distrito Universidad de Zaragoza, no se anda con rodeos. «Tenemos miedo porque España no ha cerrado las fronteras con Italia, como sí ha hecho China», dice.

«No queremos contagiarnos, la vida es más importante que el dinero», continúa esta persona, que asegura que en su país ya no hay tantos casos «porque han cerrado todo». En su opinión, las autoridades españolas no dicen toda la verdad acerca del virus y eso incrementa el temor.