Con un silencio abrumador, una serenidad aplastante y lágrimas en los ojos caminaron ayer casi 300 personas tras la pancarta de Stop Accidentes franqueada por madres, padres, hermanas e hijos de los 276 muertos de accidente de tráfico en Aragón durante el 2003. La marcha impresionaba. Cada uno de los asistentes portaba una silueta negra con un número, un chaleco refrectante y globos que luego se lanzaron en señal de duelo.

El objetivo de la protesta estaba claro: parar los accidentes. "Esto tiene que acabarse, desde que murió mi hija yo también he muerto. La gente tiene que darse cuenta de lo que es esto", lamentó Isabel Marías, madre de una fallecida.

Dolores Bernal, presidenta de la delegación de Stop Accidentes, señaló que el fin de la siniestralidad está en las manos de la gente. "Hay que cambiar el chip y la conducta. Ya está bien de creernos inmortales", dijo. Desde Stop Accidentes se instó también a las instituciones una legislación justa y eficaz. "Tenemos que acabar con la impunidad en el tráfico. Estamos hartos de que nadie cumpla las condenas. Necesitamos que las instituciones nos ayuden", insistió.

La marcha terminó en la plaza del Pilar, donde la emoción llegó al máximo cuando se leyeron las peticiones a las autoridades y a la sociedad, un poema de Gloria Fuertes y otro de Rafael Alberti. Bernal concluyó asegurando que la muerte no es un infortunio. "Evitarla conlleva el compromiso de todos, porque es nuestra obligación".