Emocionada, sin poder contener las lágrimas, y aguantando el dolor físico provocado por todos los golpes que recibió, una de las auxiliares de enfermería agredidas el pasado domingo en el hospital Provincial de Zaragoza relata a EL PERIÓDICO los hechos y confiesa su «miedo» de volver a trabajar. «Estoy mal, psicológicamente tocada, porque me he llevado un gran disgusto. Puedes esperarte insultos, agresiones verbales, eso es lo normal, pero nunca piensas que vas a llegar hasta este punto», cuenta.

Su voz al otro lado del teléfono suena temblorosa y prefiere mantener el anonimato dada la gravedad de los hechos. Está de baja y no sabe por cuánto tiempo. «Voy a ir al psiquiatra y no sé cuándo volveré. Cierro los ojos y me veo en tirada en el suelo, recibiendo muchas patadas. Fue horrible», recuerda. «A mi me golpearon los hombres; a mi compañera las mujeres. Todo pasó muy rápido», dice.

Esta auxiliar de enfermería, que junto a su compañera ha presentado una denuncia a título personal, cuenta que el pasado domingo entraron a trabajar en el turno de las 22.00 horas. «Pasamos por la habitación donde está ingresada la familiar de estas personas, en la planta de Geriatría, y había mucha gente. Les advertimos de que no podían estar tantos allí, porque además había otro paciente y estaban molestando. Se callaron», expone.

Sin embargo, el incidente ocurrió apenas 20 minutos después. «Sobre las 22.20 horas llegó un ingreso y mi compañera y yo salimos a atenderlo. Al salir al pasillo nos encontramos con todos estos familiares allí tirados en el suelo, como en un cámping», asegura.

La sanitaria garantiza que «había más de 10 personas seguro», que tenían la intención de pasar allí la noche. «Estaban tirados y sentados por el suelo, con los niños saltando... No era lugar ni está permitido», cuenta.

Ante esta situación, tanto ella como su compañera se acercaron a ellos, otra vez, para decirles que allí no podían estar, que solo se permite un acompañante por paciente y que, por tanto, se tenían que marchar. «Uno de ellos empezó a insultarme gravemente, se levantó, vino hacia mi y entonces yo le dije a mi compañera que llamara a seguridad. Cuando me quise dar cuenta ya me habían tirado al suelo y me estaban pegando», recuerda. «Mi compañera intervino y también la emprendieron con ella. Le tiraron del pelo y la golpearon. Nos golpearon hasta en el carnet de identidad», asegura.

Tras llegar la Policía y calmar la situación, ambas agredidas fueron a urgencias. Su parte de lesiones da cuenta de la gravedad de los hechos: «Mi compañera lleva collarín, además de dos fisuras en los dedos. Yo tengo contusiones en el pecho derecho, una fisura en una costilla que me toca la pleura, y hematomas en tobillo, mano y hombro», relata a este diario esta sanitaria.

Aquella noche la Policía las tuvo que llevar a casa y, aunque confiesa que el martes se encontraba «fuerte psicológicamente», ayer no lo estaba tanto. «El daño mental duele más que otra cosa. Una agresión verbal en mi trabajo me la espero, pero que me peguen no», reitera.

MÁS SEGURIDAD

Por su parte, numerosos compañeros del Provincial se concentraron ayer a las puertas del centro para condenar la agresión. Allí, el director del hospital, José María Arnal, anunció que el centro ha reforzado su vigilancia con tres guardias, en cada uno de los turnos, en vez de dos. «Lo que ha pasado es inconcebible porque no cabe la cabeza de nadie que se pueda agredir a las personas que te cuidan», señaló Arnal.

Por su parte, el doctor Cabeza, facultativo de Medicina Interna en el Provincial, trabajaba la noche de los hechos. «Me encuentro con dos trabajadoras con la cara desencajada, en pánico, aterrorizadas, que decían que les dolía el cuerpo», aseguró. «La mayoría de los agresores desaparecieron rápidamente y a mis compañeras les dije que en ningún momento las íbamos a dejar solas», aseguró.