Se casaron en 1966. José Luis y María Isabel recuerdan el día de su boda como el «más feliz de su vida». Y como ellos, todas las parejas que ayer, 14 de febrero día de San Valentín, llenaron el Teatro Principal para celebrar sus bodas de oro. En total 213 matrimonios, que recibieron el homenaje de la ciudad de Zaragoza de mano de su alcalde, Pedro Santisteve, que les fue recibiendo y saludando uno a uno desde las 10 de la mañana. «Qué pasen un buen día. Enhorabuena!», les iba felicitando.

Las parejas, elegantes, felices y pletóricas, recibieron como obsequio una figura de cerámica, Los amantes, diseñada por el artista zaragozano Pedro Sánchez Abril. Y poco a poco se fueron acomodando en la platea y los anfiteatros mientras en el escenario las fotografías en blanco y negro de sus bodas se sucedían al ritmo de las canciones de Karina, Adamo y Luis Aguilé, la música de finales de los sesenta. Eran otros tiempos. «Fuimos una semanica de viaje de novios a Madrid», explica José Luis. O a San Sebastián, como Alberto y Maria Pilar. O a Mallorca. Y desde entonces, siempre juntos. El truco «aguantar» y «tener paciencia», según la mayoría de ellas. Y «respetarse». Pero sobre todo «amarse mucho». «Conocer a esta mujer es lo mejor que me ha pasado en la vida», afirma Felipe. Algunos se casaron muy jóvenes. Gloria tenía solo 18 años y Fernando 25. Alberto y Pilar «empezaron» con 15 y 16 años. Pero «el amor no se acaba nunca», dice él.

La locutora de radio Julita Barra abrazó con su voz cálida y acogedora a los matrimonios y reflexionó en el escenario sobre el amor, el respeto, la paciencia, la comprensión, la complicidad o la dedicación mutua. Calificó el acto como una «fiesta vestida de amor» y les felicitó por seguir adelante con el compromiso que adquirieron hace cinco décadas.

En el escenario, otra pareja, del grupo Indigesto, interpretaba con humor las historias que les iban contando los homenajeados. Dos hermanos, que se casaron el mismo día, con sus respectivas novias: «¿No os habéis equivocado de pareja nunca?», les preguntó.

El auditorio ríe feliz. Al rato sube al escenario una persona de la organización y pregunta por Miguel, que ha desaparecido. Buscan en los lavabos. Fuera en el hall, Rosa, su esposa, sentada y preocupada. Y su hija, Susana, muy disgustada pues los había inscrito ella para que pasasen un «buen día». Venían juntos pero él se ha adelantado y no ha llegado aún. Son más de las doce. Un dispositivo de búsqueda se pone en marcha. Policía Local, incluso los concejales salen en su búsqueda. Llega con el bastón en mano, recriminando con genio que no le habían dicho que era allí y se había ido al centro cívico Laín Entralgo. Pero besa a su mujer y le dice con cariño: «No te enfades ni llores. ¿Has llorado mucho?» Y se besan. Y entran. Y sigue la fiesta del amor.