La línea 40 ha cambiado su punto de salida. Las obras que afectan al barrio de San José han obligado a variar su ruta. José Nebra es la nueva calle desde donde parte el autocar. Son las cinco y veinte de la tarde. Los cambios suscitan las críticas de los usuarios. "He estado diez minutos dando vueltas por la zona porque nadie sabía dónde comienza el recorrido", denuncia Sacramento Zapatero, de 48 años.

El autobús avanza despacio. Una larga hilera de vehículos satura las calles Rosellón y Zaragoza la Vieja, que únicamente cuentan con un carril. "Los atascos llegan hasta Puente Virrey. Con la salida de las escuelas se lía siempre", subraya el conductor.

La lentitud de la circulación deja al autocar atascado en medio de la calle Zaragoza la Vieja. El embotellamiento entorpece la labor de una patrulla de agentes de la Policía Local que mantiene activadas las luces de prioridad y la sirena. Por mucho que intentan circular deprisa, los agentes se ven envueltos en el embudo.

A la altura de Cesáreo Alierta comienza a palparse la demora en el recorrido. "Deberíamos estar en la plaza España para que cumpliéramos los horarios. Y eso que hay días mucho peores", asiente el chófer. Al menos, el autobús no viaja excesivamente lleno.

Al llegar al paseo de Independencia surgen de nuevo los problemas: un coche permanece estacionado en medio de una parada. Y queda atrapado entre dos buses, que se ven obligados a detenerse en diagonal, ocupando parte de un segundo carril de la calzada.

Entonces, se produce el solapamiento. Otro autocar alcanza al primero en la Gran Vía. Y juntos viajan hasta el final del trayecto, en Vía Hispanidad. "Hemos llegado con cuatro minutos de retraso. Y ahora cuando baje por el paseo de Fernando el Católico perderé más tiempo, porque seguro que me quedo atrapado", concluye resignado el conductor.