Cuesta hacerse a la idea de cómo será la movilidad en el futuro con los pasos dados en dos años de legislatura. Pero Zaragoza tiene ideas, los técnicos se fijan en las novedades de otras ciudades y también trabajan en cómo importar algunas. Gobierne quien gobierne, se puede hacer casi todo hoy en día, es cuestión de voluntad y prioridad.

Así que una mirada al oráculo permite conocer hacia dónde se encamina la apuesta de la capital aragonesa. Todas las políticas dependen de un documento sobre el que los zaragozanos van a poder empezar a opinar y proponer «después de las fiestas del Pilar». En la segunda quincena de octubre se lanzará el proceso participativo que ayudará a dar un impulso definitivo a ese ansiado plan de movilidad sostenible (PMUS). Este afecta a todos los servicios, que hoy están diseñando ya su futuro.

Especialmente el autobús. Es el medio de transporte que, seguramente, más cambios va a vivir en los próximos años. El ayuntamiento ya tiene en cartera una remodelación integral de la red, considera que hay zonas especialmente desatendidas y recorridos que han perdido eficiencia. «Se le dará la vuelta como un calcetín», apuntaban esta semana desde Movilidad a este diario.

Pero no será la única novedad. Este año estará en funcionamiento el primer tramo con prioridad semafórica para el bus, entre el paseo Cuéllar y Sagasta hasta el centro. Y la idea es exportar el modelo. También gusta y mucho la posibilidad de pagar con el teléfono móvil, en lo que ya se está trabajando también, que sería aplicable al tranvía, el cercanías y el Bizi, y que ya da grandes resultados en la zona azul.

Una de las decisiones ya tomadas afecta a la flota del bus. Hay 315 vehículos y en el 2016 se compró el último de diesel. «Ya no habrá más». El contrato actual establece que habrá 176 híbridos y eléctricos antes del 2023, cuando finaliza (de momento, se espera cerrar el 2017 con 43). Y la próxima contrata culminará el proceso, traerá otros 139 más.

En el tranvía solo los plazos son una incógnita. La ciudad ya ha elegido trazado para la segunda línea. Ahora saldrá desde Oliver-Valdefierro, conectará con Delicias, atravesará el centro por la plaza Paraíso y enlazará con Las Fuentes y San José a las puertas de Torrero. Pero falta el dinero.

La zona azul se ampliará a más zonas, pero todo apunta a que esperará a que termine el contrato actual con Z+M, en el 2020. Y mientras, los técnicos pueden ver qué calles son más interesantes de pintar de azul o de naranja.

El servicio Bizi y su ampliación a todos los distritos depende del visto bueno del Consejo Consultivo de Aragón. Serían 120 estaciones más y 1.200 bicis, las 40 y 400 primeras en este 2017 y todas funcionando en el 2019.

Y el cercanías depende de la DGA y su apuesta es el de ampliar la red con un tren-tram que pueda llegar en un futuro a Huesca, Gallur y Quinto, en una primera fase, y Calatayud y Cariñena en la segunda. Pero ahora necesita que la línea 2 del tranvía sea algo más que en un eje urbano.

El oráculo también dice que se instalarán tres grandes intercambiadores, donde buses metropolitanos y urbanos favorezcan la intermodalidad, pero también que la antigua estación del Portillo se covierta en epicentro.

La bicicleta es la que más claro tiene su futuro. Se trata de seguir ejecutando un plan director con una red de carriles bici en todas las grandes arterias de la ciudad y pacificación de calles. Al ritmo que marque quien gobierne.

Pero el ayuntamiento asegura que la principal novedad la recibirá el peatón, con la «reconversión de grandes espacios urbanos en los que tenga la prioridad absoluta». Si lo dice el oráculo...