Se llaman cocinas fantasma. También dark kitchen. O cocina en la oscuridad. Y otros tantos nombres para despertar la curiosidad de este nuevo concepto de restaurante, o bar, o coctelería. En resumen, es un nuevo modelo de negocio que se basa en la elaboración de alimentos exclusivamente para la venta a domicilio desde una misma cocina que puede suministrar a distintas marcas, que solo aparecen en plataformas delivery y que no tienen un espacio físico al que acudir. Nada de la típica barra de bar ni de las mesas con taburetes para disfrutar de sus productos. No, solo se pueden catar a domicilio.

La primera dark kitchen en Aragón la montó Gabriel Leonardi, un hostelero de toda la vida afincado en Zaragoza, un amante de la cocina que llevaba demasiado tiempo alejado del fogón y que fue uno de los que acabó en erte con el confinamiento. Así que decidió dar el salto, innovar y crear la primera cocina fantasma de la comunidad. Formó el Grupo Blender, alquiló un local del barrio, el antiguo «bar Carlos», que convirtió en una vermutería, Boulevardier, y diseñó dos marcas digitales, La leche de tres tigres y La Vegana , cuya cocina se encuentra en el antiguo Carlos de la avenida Goya. Todo lo que se elabora en su interior se prepara para repartir, salvo los cafés y las cañas de la vermutería.

Comida sencilla

«Nuestra idea era preparar platos sencillos, que se puedan comer en casa, que lleguen calientes y que su reparto sea sencillo», explica Leonardi. La demanda de comida a domicilio dio un salto importante durante el confinamiento y, según las restricciones del momento, sube o baja.

Unos altibajos que ya le han llevado a alquilar otro restaurante con una cocina más grande donde poder elaborar su carta para enviarla con rapidez. Y también unos cócteles para amenizarle al cliente la cena, su especialidad.

Kike Júlvez, del Grupo Tándem, es otro de los que ha dado el salto y se ha adentrado en este modelo de negocio. Con La Tradicional como cocina central, también ha diseñado dos marcas para las plataformas de delivery, La Cantina Italiana y La Molletería, que le permiten competir con las pizzerías y establecimientos de bocatas, respectivamente.

En su caso, utilizan la cocina de La Tradicional para elaborar sus productos. Es su marca principal. Esto les permite ahorrar los costes fijos que ocasionaría alquilar otro local y aumentar su oferta y, por lo tanto, sus ingresos.

Kike Júlvez, del Grupo Tándem

«El confinamiento nos obligó a actuar, adaptarnos y adecuar nuestra manera de ofrecer la carta. El negocio nos ha cambiado por completo, aunque exige mucho trabajo», asegura. Entre otras cosas porque la promoción de sus marcas en las redes sociales y las plataformas delivery es vital para atrapar la atención del cliente.

Ambos aseguran que el márketing es esencial para que este tipo de servicio tenga éxito, como también lo es controlar el mercado, ya que no es lo mismo elaborar una carta para estas plataformas, con unos platos y precios concretos y para un público determinado que busca rapidez y comodidad, que para el establecimiento físico.

Leonardi ya piensa en futuro y quiere completar su oferta con una tienda de alimentación, por lo que pueda pasar, ya que al ser de primera necesidad podría mantenerse abierta.

Está claro que la pandemia ha logrado dar un buen empujón al e-commerce y que quien está en internet, está en todas partes, independientemente de las restricciones.