«La manera de salvar las democracias pasa por volver a pensar el sistema desde los principios; por eso decimos hackear: entrar dentro, abrirlo, descifrar sus códigos, hacerlos accesibles para el conjunto de la ciudadanía y empezar a pensar desde la base cómo se recompone esa relación entre representantes y representados». Son palabras de Cristina Monge cuando se le pregunta por Hackear la política, su nuevo trabajo, escrito junto al director general de Participación del Gobierno de Aragón, Raúl Oliván, en el que profundizan sobre esta faceta en la democracia española.

Un pirateo necesario -más si cabe en un momento en el que se empieza a plantear que las democracias están en peligro- en un contexto en el que la desafección ciudadana es «enorme» y que la relación entre representantes y representados está «muy erosionada».

Este vínculo lleva a pensar otro de los asuntos que abarca el volumen, la concepción partitocrática del sistema político español, en la que los partidos abarcan «todo el espacio público», lo que hace que hablar de participación, tema central del libro, resulte «muy difícil». Así, Monge explica que estos partidos, que eran «una solución» hace 40 años, en la Transición, ahora son «un problema».

Para la politóloga, esa concepción de los partidos, que colonizan todo el debate público, se junta con una sociedad civil «muy débil» en España: «Cuando surgen problemas, salimos a la calle los primeros de Europa, pero a los tres meses volvemos a nuestra casa», ejemplifica Monge.

De hecho, y acerca de la situación por la que pasa ahora mismo el país, después de cuatro décadas de Constitución, resume: «La democracia es una cosa que se aprende todos los días. De hecho, ahora estamos aprendiendo a vivir una nueva democracia, la del multipartidismo. El aprendizaje es lento, es social y nos queda mucho que aprender a todos, a partidos y ciudadanía».

Preguntada por cómo resolver esta madeja, considera necesaria la voluntad de hacerlo y de fijarse en lo que se sabe que dificulta esta participación, como la desigualdad económica: «¿Quién deja de votar? los pobres», recalca. También apuesta por reconstruir el espacio público, monopolizado por los partidos y por ámbitos de comunicación atomizados, en forma de burbujas, que generan las redes. Por último, reclama que los expertos sepan comunicar a la ciudadanía los distintos problemas que abordan para que los entiendan.