A Raimundo Zugaza se le llevan los demonios cada vez que sale a la carretera de Montañana a esperar que llegue el 28. Lo coge cuatro veces al día. Antes le dolían las piernas de permanecer de pie junto a la parada pero ahora, cuando se cansa, se sienta en una silla de mimbre colocada bajo una caseta de maderos, en medio de los matojos. Como no había marquesina, los vecinos improvisaron una propia. "Chapucera y cutre, aunque buena para aguardar sentadico y sin que te dé el sol en la cabeza".

Para acceder a ella, hay que salvar una acequia pasando por encima de un tablón que cruje cada vez que alguien lo pisa. Raimundo teme que cualquier día ceda y se le vaya un pie a la acequia, aunque siempre es mejor esto que quedarse de pie junto a la parada y arriesgarse a sufrir un atropello por parte de cualquiera de los vehículos que circulan a toda velocidad por la carretera.

Hace tiempo que los vecinos de Montañana vienen reclamando que se habiliten marquesinas junto a los postes para proteger del aire y del frío, para hacer más cómoda la espera y, sobre todo, para garantizar la seguridad de los peatones. "Los coches pasan rapidísimo, sin ningún tipo de cuidado y cualquier día veremos cómo se llevan a alguien por delante", denuncia la presidenta de la Asociación de Vecinos de Montañana, Marisa Gutiérrez.

Recientemente, varios miembros del colectivo recorrieron todo el trayecto de la línea 28 para analizar el estado de cada una de las paradas. "Dan pena. La que no está totalmente pegada a la carretera, está al lado de una zanja con el riesgo que esto supone para quienes se apean del autobús. Otros postes están rodeados de matojos y de barrizales. Es de vergüenza", enumera la presidenta.

El ambiente se ha ido caldeando desde noviembre, mes en el que se mantuvo una reunión con el concejal de Movilidad Urbana, Jesús Sarría. "Se le trasladaron todas las deficiencias de la línea: el incumplimiento de las frecuencias, la necesidad de que los inspectores vigilen los horarios, la falta de autobuses de plataforma baja para los mayores del barrio y de la necesidad de acondicionar las paradas...¡Ah! Y también le dijimos lo maleducado y antipático que es uno de los conductores", recuerda Marisa. Después se encoge de hombros y dice: "Tanto hablar, para nada. Los inspectores vinieron dos días y las frecuencias sólo funcionaron bien entonces".

Ahora plantean movilizar a los vecinos. "Si hay que cortar la carretera para que nos hagan caso, se cortará. No puede condicionarse de esta manera a los ciudadanos, que tienen que esperar más de media hora para poder coger un autobús", amenaza. Sabe que tiene a todos los vecinos de su parte. El primero, Raimundo Zugaza.