Alpartir es un municipio de 580 habitantes de la comarca zaragozana de Valdejalón. Entre ellos, unos 35 niños van al Colegio Ramón y Cajal, convertido en una de las escuelas más aclamadas y reconocidas en Aragón por la forma de educar a sus alumnos.

"La clave es hacer partícipes a los niños, que se sientan valiosos, y motivarles de una forma distinta", explica el director y profesor del colegio, Juan Antonio Rodríguez. Uno de los puntos fuertes del centro educativo es su método a la hora de dar clase: en las aulas los libros no son los protagonistas, sino los propios alumnos. A través de talleres, excursiones, grupos de trabajo y sesiones con sus propios familiares, los niños del Ramón y Cajal aprenden Matemáticas, Lenguaje, Ciencias, Música... de una forma totalmente distinta a la habitual. Por eso y por mucho más, se le considera a día de hoy como un ejemplo a seguir.

Ejemplo de convivencia

"Una de las cuestiones a la que le damos más importancia es la convivencia escolar a través de la mediación. Creemos que es beneficiosa no solo para mejorar el ambiente del centro, sino también para fomentar valores como la tolerancia, el respeto y la empatía, algo que les servirá a lo largo de sus vidas", añade el director.

En el colegio de Alpartir llevan nueve años utilizando un proyecto de convivencia y mediación que, aseguran, ya está dando sus frutos. "Puede que el punto más interesante del proyecto sea la resolución de conflictos utilizando la mediación escolar, lo que ayuda a nuestros alumnos a reflexionar, dialogar y pactar un acuerdo. Esto contribuye a mejorar la convivencia en el centro", explica Rodríguez. El método consiste en que, ante un conflicto entre dos alumnos, un tercero, desde una posición equidistante entre las partes, les ayuda a dialogar para acercar sus posturas y que así puedan solucionar la disputa por ellos mismos.

Los mediadores se forman a través de un curso que, según el director, les será muy útil para cualquier faceta de sus vidas. "Este método se crea como alternativa a las sanciones por parte de docentes, un sistema autoritario que no suele solucionar el conflicto y que deteriora más aún las relaciones entre docentes y alumnado. Además de ser una herramienta de resolución de conflictos, ayuda a educar en valores", afirma Rodríguez.

Y en lugar de castigos, se les quita puntos de su carné de comportamiento cada vez que un alumno se salta alguna norma o se porta de manera errónea. Asimismo, el centro trabaja también en las emociones de los niños. A través de sus clases, los profesores les enseñan a identificar y expresar sus sentimientos y a lograr un alto nivel de autoestima y confianza. "Esto debería enseñarse en cualquier colegio. Tal vez si se diera más relevancia a estas facetas vitales antes que a deberes y exámenes no pasarían episodios terribles como los que están sucediendo", manifiesta. "Si existe algún caso de un niño problemático o con algún tipo de dificultad, lo trabajamos de manera individual y siempre se soluciona", afirma.

Reconocimiento aragonés

Además, los alumnos tienen mucho que decir en este centro. Cada cierto tiempo se organizan unas asambleas en las que asisten docentes, niños y familiares para dar su opinión y votar cualquier cuestión relevante.

Después de terminar sus estudios, los niños del Ramón y Cajal serán capaces de trabajar en equipo, colaborar en cualquier proyecto con más personas, y hablar en público, entre otras cosas. Unas aptitudes idóneas para el mercado laboral al que se irán acercando poco a poco. "El momento más difícil y el que más nos preocupa es cuando se tienen que ir al instituto", expresa el director. "Siempre intentamos llevar a cabo un buen cambio de etapa con los alumnos para que les sea más fácil". Para ello, el centro prepara cada año varios encuentros con los alumnos de otros centros de la zona, con los que probablemente coincidirán en el instituto en el futuro.

El Gobierno de Aragón ha presumido en ocasiones de la efectividad y el buen hacer del colegio Ramón y Cajal de Alpartir. Se le galardonó con el premio de buenas prácticas en materia de educación inclusiva y convivencia en el curso 2012-2013.

El profesor César Bona, finalista del Global Teacher Prize, el Nobel de la Enseñanza, también lo ha considerado en repetidas ocasiones como "un ejemplo a seguir".