Los centros educativos en Aragón ultiman estos días los detalles para el nuevo curso académico que comienza la semana que viene. Si bien en otros años el equipo directivo se ocupaba de atender a los compañeros y dejar clara la organización de grupos, en este excepcional inicio del mes de septiembre los esfuerzos se destinan a implantar las medidas necesarias para evitar contagios de covid-19 en el regreso a las aulas.

El plan de contingencia elaborado por cada centro ha tenido que ser modificado con las nuevas normas impuestas el pasado viernes y los colegios han reconvertido sus aulas y su funcionamiento habitual para preservar los grupos estables de convivencia o grupos burbuja. Ante este nuevo escenario, desconocido para todos, los docentes admiten su inquietud. «Tenemos miedo todos, no aseguramos que no pueda haber contagios, pero sí que podemos asegurar que los grupos burbuja los vamos a preservar lo máximo posible», explicó David Garcés, actual director del colegio zaragozano Joaquín Costa.

Hasta este centro se trasladó el lunes el consejero de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, Felipe Faci, quien comprobó la aplicación de los protocolos en este colegio de casi 500 alumnos. A sus 30 profesores se sumará un docente más este curso para que todos los grupos sean de un máximo de 25 estudiantes. Allí han contemplado un escalonamiento y diferentes accesos para las entradas y salidas, siendo los alumnos de Primaria los primeros en acceder a las 8:45 horas, y un cuarto de hora más tarde será el turno de Infantil.

Sus pasillos quedan marcados por flechas de dirección, con una distancia de 1,5 metros entre carriles, y sus paredes decoradas con paneles explicativos para recordar el lavado de manos. Algunos espacios como las salas de profesores o el hasta ahora gimnasio actuarán de comedor, en el que la comida se servirá en dos turnos. En el recreo se mantienen los grupos burbuja, dividido en dos periodos con tres cuartos de hora.

Desde el Ramón y Cajal de Ayerbe, con 200 estudiantes, aseguran que hasta que las medidas no se pongan en funcionamiento, no saldrán a la luz los problemas que puedan surgir. «Estamos con la incertidumbre de saber cómo empezamos, si esto puede funcionar bien y tratar de que no surja ningún caso», comenta su director, Juan Pablo Castán. «No tenemos duda de que es muy posible que surja, pero hay que poner las medidas que permitan evitarlo», prosigue.

En cuanto a las entradas al centro no tienen dificultad, ya que cuentan con cuatro diferentes. Tampoco en el recreo, que queda sectorizado para que cada clase tenga su zona e irá cambiando cada semana. Sí resulta complicado reestructurar el comedor, porque cuentan con menos personal que grupos existentes.

Los cambios que trae esta incierta vuelta al colegio conlleva la adaptación de horarios y consecuentemente la ardua labor de cuadrarlos, modificando la completa organización de los colegios, como es el caso del centro de educación concertada Santa María del Pilar Marianistas de Zaragoza. Su director, José Luis Andrés, destaca la labor añadida de trasladar la información a las familias de sus 1.600 alumnos para transmitir la información y tranquilidad.

Las dudas también se crean en el seno de las familias aragonesas, que ya se pueden acoger a la convocatoria anual de ayudas a la conciliación familiar, promovidas por la Dirección General de Igualdad y Familias con un presupuesto de 375.000 euros, y destinadas a facilitar la conciliación de la vida familiar y laboral, la corresponsabilidad y asunción de tareas y cuidados.

Con las nuevas medidas el C.P. Juan Lorenzo Palmireno, de Alcañiz, debe suprimir sus actividades de cooperación entre niveles y su zona de recreo resulta pequeña, por lo que han solicitado al ayuntamiento el uso del parque público. «Vivimos con incertidumbre, es organizar de hoy para mañana y no sabemos si dentro de quince días habrá que readaptarlo», según indica la directora, Carmen José Giner.