Ocurrió esta misma semana, como ustedes ya saben, que el diputado Angel Cristóbal Montes sacó a relucir su verbo flamígero para recriminar al presidente Iglesias haber puesto a su cuñado, Andrés Cuartero, al frente de la sociedad Zaragoza Alta Velocidad , lo cual le parece al del PP un acto de flagrante corrupción.

Cristóbal Montes hace en las Cortes aragonesas el papel de clarín que llama a la carga. Si no hubiera un diputado como él tendríamos que inventarlo. Y en esta última cruzada suya contra el cuñadeo de los socialistas yo incluso le daría la razón... si no fuese porque Cuartero tuvo que llegar a Zaragoza Alta Velocidad para sacarla del coma operativo donde la había metido Pilar Sancho, la directora que puso el PP (la cual, por cierto, era y es hermana de Tomás Sancho, ex-virrey popular en la CHE), y porque, además, escandalizarse a estas alturas del nepotismo imperante en el politiqueo suena a hueco y parece impropio de ser usado como munición por un tribuno del nivel de don Angel.

Aquí todo el mundo tiene un cuñado, un primo, un amigo. Y todas las fuerzas políticas (pero todas, todas) se dedican a utilizar su presencia en instituciones y consensos administrativos para colocar (en el sentido laboral no en el psicotrópico) a los suyos. Por eso la mayoría de las sociedades públicas y semipúblicas van de culo y cuesta abajo o duermen el plácido sueño de los bien colocados. Y el fenómeno, por cierto, no decayó cuando mandaba el PP.

Todos sabemos que esto es un cachondeo y que para una vez que se busca para éste o aquél puesto un profesional serio, otras muchas el agraciado no tiene más mérito que ser de la cuerda. En el mejor de los casos puede pasar que nos coloquen a un listo-listo, en el peor que el listo sea tan listo que nos haga tontear a los demás; pero lo más horroroso es cuando el cuñado de turno resulta ser tonto del haba. No es éste el caso de Cuartero. Estamos pues de enhorabuena, querido Cristóbal.