Me disculparán don Fernando Machín y don Javier Ferrer Dufol, y no digamos mi buen amigo Aurelio López de Hita, si me tomo como a pitorreo las inminentes elecciones en Cepyme Zaragoza; elecciones que se han convertido en noticia porque en esta ocasión pudiera ser que no las ganase el citado Machín (que se las ha estado llevando de calle una vez y otra y otra... y otra más). Pero si me río del asunto no es por jorobar, sino porque las votaciones destinadas a designar a los jefes de las patronales zaragozanas (y por extensión aragonesas) han tenido siempre un curioso aire de comedia ligera con tendencia a derivar hacia la astrakanada .

A las terminales locales y regionales de la CEOE se las suele tratar con guante blanco por aquello de que representan a las clases propietarias. Mas las patronales zaragozanas, controladas durante decenios por Machín, Ferrer y compañía, desarrollaron desde el primer momento un curioso intramundo en cuyo atrezzo y decorado no faltaron nunca los dineros (de las subvenciones públicas), los mercedes, los habanos, los nepotismos, los amiguismos, los acosos y los apaños; o sea, igualito que en aquellos chistes de ricos con chistera que publicaban las revistas de humor. Ese cómico intramundo (en el que Machín era tan importante que los demás ni se atrevían a mencionar su nombre en vano) ha sido capaz de abducir laboralmente a los consejeros de la DGA y a los carguísimos del Urbanismo zaragozano cuando habían de dejar sus puestos oficiales, y también dispone de circuitos para colocar a los colegas, a los cuñados y a quien fuese menester (siempre y cuando se trate de personas de derechas de toda la vida, naturalmente).

Todo esto se ha venido llevado (y así seguirá, creo yo) con la mayor discreción. Con Machín o sin Machín, la bendita CEOE aragonesa prefiere no darse a entender más de lo indispensable... No sea que al conocerles de cerca nos diese un mortal ataque de risa.