Vivo en una calle del Ensanche zaragozano donde prospera el pequeño comercio y los super se tienen que disfrazar de tienda de barrio. Que ya se lo digo yo a mi frutero-verdulero: Rafael, lo tuyo tiene mucho futuro; pero tenéis que poneros las pilas, renovar las instalaciones, especializaros en la calidad y sobre todo no permitir que aniquilen la ciudad mediterránea.

Parafraseando al presidente Mao, podríamos afirmar que el pequeño comercio está en la ciudad mediterránea como el pez en el agua (y cuanto más peatonalizada la ciudad, mejor). En cambio, esos extrarradios plagados de urbanizaciones inconexas, ciudades dormitorio, acosados y demás son la selva en la que cazan mejor el hipermercado y los megacentros. Por eso tiene su guasa que en Aragón en general y en Zaragoza en particular la defensa de los intereses de los minoristas sea la bandera de un partido, el PAR, cuyas propuestas urbanísticas van tan al hilo de la expansión desintegradora de la ciudad y de la adoración del coche como supremo fetiche del bienestar y la modernidad. Cuando el Partido Aragonés, de la manita del PP, promueve párkings subterráneos, rechaza el retorno del bulevar (me refiero al caso de Independencia) y alienta barriadas a la americana , poco favor le hace al pequeño comercio. Cuando promueve el traslado al extrarradio del campo de fútbol para que sirva de gancho a un nuevo y lejano centro de ocio, está haciéndoles la Pascua a toda la pequeña hostelería de Zaragoza que hoy configura el gran centro de ocio que arropa a La Romareda.

Tal vez el PAR tenga el corazón en el pequeño comercio, pero el cerebro en el negocio inmobiliario. En cuanto a IU, gran valedora de la moratoria a la construcción de grandes superficies comerciales, también exhibe cierta esquizofrenia conceptual, pues el híper no deja de ser una expresión colectivista del consumo, mientras que la tienda de la esquina encarna los gustos e intereses de la pequeña (y encantadora) burguesía.