El brote de coronavirus registrado en la plantilla que atiende los fogones del Miguel Servet ha pillado por sorpresa a los que visitan y trabajan en el que es el mayor centro sanitario de Aragón. «No sé nada», «no tengo ni idea» y frases similares eran las respuesta más repetidas entre las personas consultadas este lunes en diferentes accesos al hospital. La mayoría de ellos, aún así, no se mostraban preocupados por lo ocurrido. Aunque lamentaron la noticia, no creen que esto pueda suponer un riesgo para el contagio de la enfermedad entre los pacientes ingresados, como así coinciden en recalcar los expertos y las autoridades sanitarias. A pesar de ello, también hay quien expresó su inquietud e indignación por este hecho y lamenta que no se haya informado de ello de manera oficial.

El trasiego de personas en los aledaños del hospital es mínimo estos días. Las fechas que son, en plena canícula de agosto, y las restricciones a la visitas que se vienen aplicando por el coronavirus explican la quietud reinante, interrumpida a veces por las sirenas de las ambulancias. El silencio y el bochorno dominaban un ambiente a ratos tenso por ser este uno de los grandes baluartes en la primera línea del frente contra el covid-19 en Aragón. En sus instalaciones había ingresados hasta este lunes un total de 141 pacientes afectados por la enfermedad, 21 de ellos en la unidad de cuidados intensivos (uci).

¿Algo ha fallado?

«No me hace ninguna gracia saberlo, porque tengo un familiar aquí, pero siempre dicen que la comida no tiene riesgo de contagio», explicaba Juan a la salida del edificio de Traumatología del hospital tras visitar a un ser querido. «¿Cómo ha podido ocurrir algo así en un hospital? Se supone que tendría que ser el lugar donde mejor se cumplen las medidas de seguridad. Me parece que no se han hecho bien las cosas», aseguraba Pilar, que había acompañado a un familiar a hacerse unas pruebas. «Pobre gente, con lo que tienen que estar trabajando y encima pillan el virus», señalaba una comprensiva joven que salía a la carrera.

«Ahora el virus se puede coger en cualquier sitio si no se anda con cuidado. No creo que la comida del hospital sea el problema aunque se hayan contagiados varios cocineros», razonaba otro testimonio, que, al igual que la mayoría, prefería guardar el anonimato por ser un tema «escabroso». «Ahora bien, tendrán que investigar bien que ha pasado porque 12 casos no son poco», añadía.

«Lo he leído en la prensa --El PERIÓDICO avanzó la información el pasado sábado--. Aquí no se ha escuchado nada ni se nos ha informado del tema», señalaron Pedro y Ana, dos celadores del hospital que conversaban en una de las entradas. A su juicio, no hay que preocuparse más de la cuenta» por este brote, ya que ven altamente improbable que estos contagios puedan extenderse a otras áreas. Tampoco creen que la comida servida a los pacientes suponga un riesgo. Con lo que sí se mostraron críticos es con que su colectivo profesional no sea considera de riesgo con el coronavirus. «Estamos en contacto continuo con los pacientes, los llegamos a tener a un palma de la cara. No tiene sentido», se lamentaban.

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) dice que no hay pruebas de que los alimentos sean una fuente o una vía de transmisión del virus. Este organismo está realizando un seguimiento estrecho de la expansión del covid-19 y concluye que en la actualidad no hay pruebas ni evidencias que corroboren que supone un medio de propagación. La principal evidencia de transmisión apuntada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es el contacto con gotículas respiratorias procedentes de la nariz o la boca de una persona infectada.

Pruebas y controles

Por su parte, fuentes oficiales del hospital recordaron que la cocina del Miguel Servet tiene sistemas de calidad certificados por ISO 9001 y APPCC (análisis de peligros y puntos de control críticos), lo que «garantiza que todos los procesos de cocina son seguros». Semanalmente se realizan controles en muestras de alimentos y se puede realizar trazabilidad de cualquier producto que pasa por sus instalaciones.

La cocina cuenta además con una trabajadora que es bromatóloga, especializada en seguridad alimentaria, para el seguimiento de todos estos controles. Adicionalmente, el servicio de Medicina Preventiva del centro sanitario zaragozano supervisa este área y realiza análisis todas las semanas, incluidas estas dos últimas.