Quién podría desentrañar los misterios que encierra el urbanismo en Zaragoza? El que suscribe, cuando era más joven y osado, creyó saber hacerlo y durante mucho tiempo analizó y analizó los acontecimientos, buscando cual moderno Perceval el Santo Grial de la ordenación pactada de la capital aragonesa, defendiendo el desarrollo bajo estrictos criterios sociales de los abundantes suelos públicos que existían en la misma, reclamando el planeamiento de una expansión ergonómica y razonable que no rompiese el modelo de ciudad mediterránea y que permitiese la sostenibilidad de sus servicios... Todo ello para hacer del derecho constitucional a una vivienda digna algo más que mera palabrería en la que llaman Carta Magna. Pero, en fin, ya vuelvo del viaje con las alforjas vacías, el cuerpo maltrecho, los pies fríos y la cabeza caliente. Ahora, cuando sabemos que la operación de compra de los suelos donde irá la Expo del 2008 (si el BIE la concede) correrá a cargo de Ibercaja (¿de quién si no?), pues la verdad es que casi todo me parece bien, requetebien. O al menos ya no soy capaz de distinguir lo bueno de lo malo. El Santo Grial era sólo una leyenda. El Ayuntamiento de Zaragoza es como un viejo burgués arruinado por familiares derrochadores y administradores ful. Lo cual que ahora no es capaz de pagar sus gastos y cubrir las inversiones que le son imprescindibles si no vende y vende sus fincas y solares. ¡Porca miseria! Pretender en estas condiciones que la ciudad mantenga algún orden y algún concierto, que responda a modelo urbano alguno o que sea capaz de desarrollar con cierta autonomía sus grandes proyectos es como pedirles discreción a los famosos del show rosa. Estoy muy dubitativo. Veo que los tilos de Independencia no acaban de cuajar como árboles de sombra (el tórrido verano los deshoja antes de que acabe agosto) y bastantes de las palmeras de Conde Aranda andan como mustias y resecas (echarán de menos los auténticos oasis). Pero no me atrevo a recomendar alternativas botánicas. Incluso pienso si no tendrían razón los defensores de las plazas duras . Con ellas, al fin y al cabo, no hay que preocuparse por las rarezas del mundo vegetal.