Más de 6.000 personas se beneficiaron de las diversas actuaciones de la Fundación Federico Ozanam a lo largo del 2003. Niños, mayores, inmigrantes, parados... Son muchos los que encontraron ayuda, pero otros siguen esperando. Con esta inquietud, el espíritu de servicio que mueve a esta fundación no sólo no se detiene sino que se potencia y crece con los años.

"Los objetivos que nos planteamos para el 2003, los hemos cumplido con creces", señala Ricardo López Cuesta, presidente de la fundación. Lejos de la idea de ganar dinero, los objetivos se miden en "términos de servicio", pues según explica López Cuesta, "nuestro mayor beneficio es la satisfacción de ofrecer un servicio a los demás". Con esta máxima, la fundación ha conseguido poner en marcha proyectos de muy diversa índole, muchos de ellos con éxito.

A lo largo del pasado año, 585 personas mayores fueron atendidas en los centros y servicios de la fundación. El 1 de octubre del 2003 se inauguró el Centro CAI-Ozanam, que viene a sumarse a las cuatro residencias para mayores con las que ya contaba la organización. "Hemos rehabilitado nuestras residencias, pues aunque cumplían todas las condiciones, algunas de ellas llevan 12 años trabajando", señala López Cuesta.

El compromiso con los jóvenes también es una constante en el trabajo de esta organización. "Trabajamos con los chicos y con las familias, algo imprescindible y muy duro", explica López Cuesta. El barrio de San Pablo es el principal beneficiario de estos proyectos que intentan hacer de la integración un hecho. A través del Programa Cadeneta y de la Casa de Juventud, dos servicios activos años atrás pero de los que la fundación se ha hecho cargo desde 2003, se intenta crear un espacio de encuentro dónde los chicos se sientan cómodos.

"Intentamos abordar pequeños nichos que quedan desatendidos", explica López Cuesta. Así, cerca de 80 familias, principalmente de inmigrantes, han alquilado un piso gracias a la seguridad que la fundación brinda a los propietarios. Igualmente, 90 mujeres han sido atendidas en el programa de ayuda familiar, pues los proyectos están dirigidos "a todo el mundo", e intentan cubrir las necesidades de todo aquel que se encuentra excluído.

Implicación social

Desde sus inicios, el voluntariado se ha consolidado como el brazo ejecutor de la fundación. El compromiso tiene nombres y apellidos, igual que la necesidad. El exitoso Rastrillo Aragón, organizado todos los años con el fin de conseguir fondos, es otro ejemplo de cómo la sociedad se hace partícipe de esa inquietud por los desfavorecidos.

Conocimientos, tiempo libre, capacidad de escuchar...Todo el mundo tiene algo que aportar y hay muchos agujeros que cubrir. Más de mil voluntarios y 300 trabajadores se han implicado a lo largo del 2003 con los distintos proyectos emprendidos. Así, el día a día de la fundación lo conforman todos aquellos que, sin más ambición que la de ayudar, ofrecen su tiempo en beneficio de otros.