Sirven tras la barra el café con leche de la mañana, el cortado de después de comer y el pincho de tortilla de patatas de media tarde. No dudan sobre qué pasillo de la tienda se encuentran las chinchetas y en cuál los lápices, el mechero o el destornillador, y ofrecen manicuras imposibles al mejor precio casi a cualquier hora. Siempre con una sonrisa.

Cohabitan junto a la población autóctona, en muchas ocasiones trabajando más horas de las que tiene el día cara al público, formando parte de la cotidianidad de la mayoría de pueblos y ciudades, pero los más de 8.000 ciudadanos chinos que residen en Aragón siguen siendo un colectivo casi invisible que, debido a las barreras culturales y sociales, optan en ocasiones por vivir de forma independiente al entorno.

Muchos reconocen que el idioma les origina problemas de inclusión social, laboral y de dependencia. Otros aluden que «cualquier tramitación» administrativa o burocrática les conlleva «mucho tiempo y pocos resultados por ser chinos», creen. «El marco legal es difícil de entender entre países», reconoce Yaxi Ye, de la Asociación Chinos de Ultramar en Aragón.

Sienten que la comunidad los ha acogido «muy bien» e indican que las mujeres chinas «se relacionan más» con los aragoneses que los hombres. «Son ellas las que llevan a sus hijos a los colegios, hablan con otras madres, regentan una tienda o charlan con los clientes del bar», añade Ye.

Servicios públicos / Otro de los problemas de la comunidad china es el desconocimiento de los servicios públicos, también debido a la barrera lingüística y a la falta de tiempo.

«Vuelve a estar detrás el tema del papeleo y de ir a una ventanilla a pedir algo», dice Ye. Precisamente en estas cuestiones, el colectivo Ultramar facilita «todas las gestiones» a la población china en Aragón. «En la asociación hay hosteleros, propietarios de bares o de bazar. Intentamos ayudar a todos, sobre todo cuando llega una familia nueva a la comunidad y está perdida. Les echamos una mano en las gestiones para montar un negocio, encontrar un trabajo o alquilar una casa», explica Ye.

Por último, se reconocen en esa descripción de «comunidad cerrada», pero indican que «no es una cuestión de no querer hablar con los zaragozanos, sino que pronto buscamos compatriotas en la ciudad y hay mucha independencia», añaden.