Con la muerte sin descendencia del rey aragonés Martín el Humano, arranca un periodo de interregno marcado por la inestabilidad, en el que los diferentes pretendientes al trono toman posiciones y defienden --a veces de forma violenta-- la legitimidad de su candidatura. Tras la celebración de las Cortes aragonesas en Calatayud y Alcañiz, se propone que nueve sabios (tres por reino) examinen con pausa y tino las diversas candidaturas, eligiendo la villa de Caspe como sitio adecuado para el trascendental cónclave.

Las tensiones entre los partidarios de los candidatos --el duque de Calabria y el conde Urgell--, que culminarán en el asesinato del arzobispo de Zaragoza, van a desacreditar a ambos en beneficio de una tercera opción: Fernando de Antequera, de la dinastía castellana de los Trastámara. De los seis votos logrados por Fernando I, tres fueron aragoneses, dos valencianos y uno catalán.

Cuando el 28 de junio de 1412 el dominico Fray Vicente Ferrer proclama al nuevo rey bajo el pórtico de la Colegiata Santa María La Mayor, Caspe quedaba inmortalizada para siempre como Ciudad del Compromiso.