Juan Antonio Planas, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, cree que las contradicciones con las que se está afrontando la crisis sanitaria son de por sí una razón que genera incertidumbre, sobre todo cuando se habla en comparación. «Los que toman decisiones no sé si están a pie de calle. Hay muchas cosas contradictorias. Por ejemplo, hablamos de confinamientos selectivos de barrios o pueblos y, sin embargo, se permite que las personas vayan hacinadas en determinados transportes públicos».

«También obligan a que todo el mundo vaya con mascarilla independientemente de que estés en un sitio cerrado o al aire libre y solo, otra contradicción que casa muy mal con el sentido común. Después, son decisiones que se toman sin unos criterios unánimes. En Madrid, por ejemplo, que es el paradigma de la mala gestión, confinan zonas porque tienen determinado porcentaje de contagios y otras que tienen el mismo, no», explica Planas, que insiste en que falta «muchísima pedagogía» y que habría que contar más con la opinión de la gente y «ser más coherente en las decisiones. No es normal no permitir estar más de 8 o 10 personas en una terraza y tener 25 niños en una clase».

Se trataría, según el punto de vista del experto, de hacer más clara y constante la comunicación, de llegar a consensos, de anticiparse sobre todo a situaciones o brotes para que no haya tanta desconfianza entre la población. «Hay que consensuar mucho más, comunicar mejor y a tiempo, porque eso genera mucha desazón. En marzo nos cogió de improviso, pero después de tantos meses no es razonable que haya tantos fallos. Más que achacar a las personas los rebrotes, pondría el énfasis en las instituciones locales, autonómicas y nacionales. No es de recibo la falta de coordinación que hay».

«Falta más medicina preventiva y menos paliativa. No consiste en poner muchas camas uci, sino en haber puesto antes los rastreadores, por ejemplo. Esto es como un incendio. Cuando empieza es fácil apagarlo, pero cuando ya se ha extendido es muy complicado. Pero no lo hacemos, se colapsa el sistema y vamos retrocediendo en el tiempo», concluye.

La visión del epidemiólogo

Ignacio de Blas es profesor e investigador en Epidemiología Veterinaria y profesor titular del Departamento de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza, desde donde sigue muy atentamente la evolución del coronavirus, que ahora está dejando pueblos y barrios confinados, y la posibilidad de acortar estos encierros.

«Hay evidencias de que, como ya se ha visto en Alemania, a los cinco días de que se ha infectado la persona ha bajado mucho la probabilidad de que sea infectiva, con lo cual se podría plantear un recorte en los periodos de cuarentena». El epidemiólogo cree que mientras haya circulación del virus y transmisión comunitaria, «no hay manera de levantar un confinamiento como el de Ejea».

«Levantarlo en esa situación de fase 2 supone que se va a propagar la enfermedad al resto de la población. Ahora no es lo mismo que venga a Zaragoza una persona de Borja, por ejemplo, que una de Ejea que casi seguro vendrá infectada. Es cuestión de probabilidades. Cuando hay mucha transmisión comunitaria lo ideal es que las personas se autoconfinen. El periodo de incubación puede llegar hasta 14 días, que son las cuarentenas oficiales. Pero en menos de 3 semanas no se puede garantizar que está controlado en una población». Blas recuerda que falta conciencia social «de que nuestros actos tienen consecuencias» para toda la comunidad. «Es muy fácil disparar un brote, pero es muy difícil controlarlo en la práctica».

El cambio de tiempo ayudará en ciudades como Zaragoza, donde ya ha empezado a soplar el viento. «Si estar al aire libre ya era bueno, con el cierzo podríamos ir sin mascarilla sin ningún problema, aunque no lo recomiendo porque lo obliga la ley. El problema que pueda haber es que hasta ahora hemos estado con las ventanas abiertas y las aulas ventiladas. Ahora con el frío, la gente empezará a cerrar las ventanas. El cierzo arrastra los virus igual que arrastra los aerosoles. Cuando hace viento, la contaminación se reduce drásticamente en Zaragoza. Con los virus pasará lo mismo. La clave es la ventilación», finaliza Blas.

La opinión del economista

Marcos Sanso, profesor titular del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza, es partidario de ver el vaso medio lleno pese a ser consciente de que la situación económica va a seguir siendo muy delicada los próximos meses. «En la situación actual hay que concienciarse de que hasta el verano que viene no llegará la solución. Hay que mentalizarse de que nos toca aguantar. En lugar de perder el 40% de producción que perdíamos con el confinamiento global, perderemos el 12%. Es lo que toca».

Es el actual escenario, que ha ido cambiando desde marzo y que puede sufrir más alteraciones. «Pese a que haya confinamientos de 2 o 3 semanas, no es mucho tiempo. El coste no va a ser tan enorme como cuando paramos todos. Pero ahora no queda más remedio que hacerlo así. Que se cierre un pueblo es muy importante para ese pueblo, pero desde el punto de vista global no lo parece tanto», apunta el economista.

Otra cosa bien distinta sería cerrar Zaragoza porque «eso supondría cerrar prácticamente la mitad de Aragón». «Me imagino que no van a permitir que pase eso. Los indicadores están siendo mejores ahora mismo en nuestra comunidad, además», dice Sanso, para quien «lo que verdaderamente genera incertidumbre es que el virus no esté eliminado». También resulta significativo que los costes económicos se repartan de una manera desigual, algo que es «consecuencia de que en esas zonas pega más fuerte el virus».

«Como no se sabe el marco de referencia que están utilizando para decidir los confinamientos, parece que son arbitrarios, pero si se ha cerrado Ejea será porque porcentualmente están peor que otros», afirma Sanso, que insiste en que la incertidumbre la genera «el hecho de que no se resuelve el problema» y la actividad económica se está retrayendo porque quienes van a hacer inversiones esperan «a ver qué pasa». La gente «no consume tanto como antes, pero en el momento que nos digan que hay vacuna o tratamiento, seguro que cambian las cosas en el plano económico».