Entre la clase o casta política rige la costumbre de crear una comisión cuando no se quiere solucionar el asunto en cuestión, y de crear una comisión de investigación cuando no se quiere saber la verdad. Acabamos de comprobarlo con la comparecencia de José María Aznar en el Congreso de los Diputados.

El expresidente se fue tal como entró: sin ningún nuevo cargo o prueba que demostrase o apuntara a responsabilidades directas en los casos de corrupción del Partido Popular, en la administración de su caja b o en el cobro de mordidas a las empresas concesionarias o adjudicatarias. Le llamaron padrino (Rufián), Iglesias consideró falsas y patéticas muchas de sus respuestas y él les llamó a su vez populistas y farsantes hasta que la farsa, el show, terminó no como una ordalía, proceso o juicio, no con fundamentadas sorpresas ni con fundadas conclusiones, sino como había empezado: en agua de borrajas.

De las numerosas comisiones de investigación constituidas en el Congreso de los Diputados en los últimos años, ninguna de ella ha conseguido esclarecer nada. ¿Por qué? Porque, en todo caso, ya lo habrían hecho antes (o no), policías y jueces, que son quienes de verdad (¿sí?) investigan.

Los partidos se ponen sus medallas arguyendo que no podrían hacer sus funciones al carecer de atribuciones y medios para ello. Porque --temen--, indagar, espiar, escuchar a otros pueda a la vez ser constitutivo de delito. Y en última instancia porque, en el fondo, se encuentran más cómodos enfángandose, arrojándose puñados de lodo sin bajar al barro, a la cloaca de las coimas.

¿Qué persiguen entonces estos diputados como nulos investigadores que son en las comisiones del Congreso? La gloria de la difusión, tal vez, y, en consecuencia, el rédito del voto. Buscan, seguro, aniquilar al contrario, pero lo interrogan tan mal que se les escapa vivo. Por eso la mayoría de los políticos sospechosos, incluidos los habituales, siguen de un modo u otro en activo, y sólo tres o cuatro en la cárcel. También resiste Aznar, que ha colocado a uno de los suyos, a Pablo Casado, al frente del PP y que, al no haber sido condenado por tribunal ni comisión podría, el destino nos libre, volver.