--Usted dijo el pasado jueves en la presentación de su libro en el Colegio de Abogados de Zaragoza que es un gran reportaje de los 30 años de autonomía de Aragón.

--Efectivamente. No es un libro de historia porque no soy historiador, sino que soy periodista político. He intentado escribir un amplio reportaje periodístico, una exhaustiva radiografía de todas aquellas cuestiones que, a mi juicio, han condicionado para bien o para mal la historia autonómica de Aragón. Animo a todos a pasarse por las cuatro librerías zaragozanas en donde está en venta: Cálamo, Portadores de Sueños, La Pantera Rosa y Antígona.

--El título de su publicación no puede ser más contundente: Aragón, de la ilusión a la decepción. ¿Hay motivos para estar decepcionados? ¿La autonomía no ha servido para impulsar la autoestima?

--Las últimas encuestas son clarificadoras de esa decepción de la que hablo en el libro. Una decepción que tiene mucho que ver con expectativas frustradas, reivindicaciones no atendidas, promesas de inversiones que se han quedado en papel mojado, un modelo de financiación a todas luces insuficiente y la falta en Aragón de líderes con verdadero peso político. Es urgente una catarsis colectiva de los partidos políticos. La crisis económica y financiera ha puesto en cuestión todo, incluida la propia supervivencia del Estado autonómico.

--Gran parte del desarrollo se asentó sobre el diseño de grandes proyectos. ¿Visto con perspectiva, ha sido una buena fórmula?

--Depende de qué proyecto se trate. Si estamos hablando de un proyecto creíble y realista, como es Plaza y lo fue la Expo, o por el contrario nos referimos a proyectos fantasma, poco realistas y que obedecen a extraños intereses, como fue Gran Scala, que solo generó frustración. Nadie puede negar que Plaza, al margen de los escándalos, es un proyecto que ha impulsado la economía.

--¿Quién ha sido el que más le ha impresionado, quién ha sido el más decisivo y qué personaje podría haber sido prescindible?

--Es realmente complicado seleccionar a un personaje, y además sería injusto. Lo que sí que tengo claro sin duda es que el socialista José Marco y el tránsfuga del PP Emilio Gomáriz son dos personajes prescindibles.

--¿Qué capítulo le ha costado más escribir?

--Sin duda, el de la financiación. Es algo tan complejo que es muy difícil hacerlo tangible para todo tipo de personas. Yo destacaría una idea de ese capítulo: todos los modelos de financiación que ha habido hasta ahora han fracasado estrepitosamente.

--No se deja ningún hito de la Historia de la autonomía, pero cuál es el más decisivo.

--Pienso que en tres décadas no ha habido un hito que haya sido decisivo por sí solo. Aunque sí podemos hablar de tres acontecimientos que, de alguna forma, marcaron la historia de esta comunidad. Me estoy refiriendo a las grandes manifestaciones autonomistas que se celebraron en 1992. No nos podemos olvidar de la moción de censura de septiembre de 1993 que ganó el socialista José Marco con el apoyo del diputado tránsfuga del PP, Emilio Gomáriz, y los tres parlamentarios de IU, y que supuso la caída del Gobierno de Emilio Eiroa. Y el asesinato en mayo de 2001 del entonces presidente del PP de Aragón, Manuel Giménez Abad.

--¿Por qué los largos debates se eternizan y se resuelven poco? Canfranc, travesía, agua, bienes de la Franja... ¿Es una característica nuestra?

--Yo más bien creo que la eternización de los debates, especialmente los referidos a las inversiones, obedece al escaso peso político de nuestra comunidad en el conjunto del país y a la falta en nuestra tierra de políticos que sean capaces de desatascar los grandes temas.

Hace una selección de 30 personajes de estos 30 años de autonomía. ¿Cuál destacaría por encima de todos?

--Me gustaría recordar la figura de José Antonio Labordeta. Fue alguien extraordinario.