«Los que amamos escribir y leer nos preparamos toda la vida para esto», escribía la escritora de Buenos Aires Pola Oloixarac en los primeros días del confinamiento. Pero todo hace suponer que no había previsto que la situación se iba a alargar de forma más o menos indefinida. Por eso, para buscar a personas realmente preparadas para afrontar la vida en cuarentena no está de más acercarse a los conventos de clausura. «Somos el gremio menos afectado por la situación», bromea la hermana Gema en la amplia sala de visitas de la congregación de las agustinas de Santa Mónica en la calle Doctor Palomar, en pleno barrio de la Magdalena. Aunque eso sí, reciben detrás de una reja para mantener las distancias, algo fundamentar en tiempos de coronavirus.

El buen humor de las seis religiosas que viven en el recinto es envidiable. «Nuestra vida antes de esto ya se desarrollaba de puertas adentro», precisan. Por eso consideran que gracias a este periodo habrá gente que pueda entender mejor la opción vital por la que han optado. Por ejemplo, sor Gema ingresó con 20 años en monasterio de Castellón, un camino parecido al recorrido por sor Petronila. «Hemos elegido la vida contemplativa porque es lo que intuimos que el Señor ha elegido para nosotras», indica.

Tras la reja no hay espacio para el aburrimiento. El día a día en la comunidad no les deja perder ni un minuto. Por eso recomiendan a la gente a la que se le hace muy cuesta arriba soportar las horas de encierro que vivan según un calendario marcado. La rutina y la actividad son las mejores herramientas contra el tedio. «Nosotras hacemos lo mismo que antes», insisten.

DETALLES PARA REGALAR

Pese a las bromas, el confinamiento sí que ha tenido una incidencia directa en los planes de la congregación. El día de la Pascua de Resurrección tenían previsto abrir una pequeña tienda en la que van a vender los dulces que ellas mismas elaboran. Lo plantean como una forma de completar las cuentas de la comunidad tras la caída en la venta de hostias, su principal ocupación hasta ahora. «No vamos a hacer una producción a granel, queremos que sean pequeños detalles para regalar en ocasiones especiales», dicen. Las pruebas que han hecho hasta ahora confirman que son deliciosas.

La clausura, normalmente, solo se rompe para acudir al médico o a cuestiones de fuerza mayor. Sin embargo, la visita a Ikea para elegir los muebles de la tienda ha sido una buena excusa para salir del encierro. Confían en que su propuesta tenga éxito, pues le han puesto todo el cariño posible a todos los aspectos relacionados con la marca, el diseño y las recetas.

DISCRECIÓN

La entrada al convento se realiza por la calle Doctor Palomar. Está al lado de la iglesia y se puede confundir con un bloque de viviendas como los que predominan en la zona. Cuando puedan abrir la tienda, tras el periodo de alarma, lo harán sin el acto de inauguración que tenían previsto. Será algo sencillo y discreto, como su existencia.

Esta puesta en marcha de la zona de venta supondrá un cambio en una estricta rutina de oración que comienza sobre las seis de la mañana. Estos días han visto como las visitas que solían acudir al convento se han reducido al máximo, pero han aumentado las llamadas de teléfono, sobre todo de personas mayores del barrio. En tiempos de incertidumbre ofrecen un consuelo muy necesario, dicen. «Dios siempre acompaña», aseguran.

Los aplausos de las ocho de la tarde les suelen pillar en medio de la oración. Solo uno de los días pudieron sumarse a la celebración colectiva de los sanitarios. Las religiosas aseguran que gracias al confinamiento la gente está descubriendo la importancia de la comunidad, de estrechar lazos con la familia. «Esperemos que después de esto ya no se vea tanto individualismo», indica Petronila.

Puede parecer que la comunidad de las mónicas, como se las conoce popularmente, está preparada para la soledad. Pero nada más lejos de la realidad. En su día a día predominan las actividades en las que comparten los espacios del monasterio, aunque sea para el rezo. Su forma de vida huye de lo superficial, por eso el confinamiento es una cuestión menor que no resta intensidad a su existencia.