El grupo empresarial Brial es, desde hace meses, el nuevo dueño de los suelos de Averly y se han puesto ya a trabajar en el nuevo uso que tendrán los más de 8.000 metros cuadrados de terreno sobre los que, desde 1880, ha permanecido los talleres de fundición. Historia viva de la industria zaragozana del siglo XIX, enclavada entre el paseo María Agustín y la avenida Escrivá de Balaguer, que ahora dará paso a las 200 viviendas que esta constructora quiere levantar allí. Ella es la titular del suelo, el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) se lo permite y solo falta por resolver qué pasará con el contenido de esas naves en las que la actividad cesó el verano pasado. La marca Averly sigue viva, pero ahora los trabajos se hacen fuera de Zaragoza, y con ellos también se marchará el último vestigio industrial del centro de la capital aragonesa.

El objetivo de esta constructora, según fuentes próximas a la misma, es redactar un plan especial para desarrollar esos suelos, presentárselo al ayuntamiento y construir unos 160 pisos de renta libre y el resto, un 18% del aprovechamiento que permiten esos más de 16.000 metros cuadrados edificables, para vivienda protegida. Si el consistorio le da su visto bueno, se redactará acto seguido el proyecto de reparcelación, luego el de urbanización y el constructivo para, si es posible, poder comenzar las obras "en el 2014".

CESIÓN DEL 35% No tienen límite de altura salvo las 20 plantas que permite la normativa urbanística por el ancho del vial de Escrivá de Balaguer (este no puede representar más de dos tercios de la altura del edificio), y ahora lo que se debate es dónde y para qué se va a utilizar el 35% de la superficie de esos suelos, que el PGOU exige que sean de uso público y cedido al consistorio (zonas verdes, peatonales o calles, entre otras opciones).

Sin embargo, la piqueta no podrá acabar con todo el legado de Averly. Debe mantenerse en pie la antigua residencia de la familia, que da a María Agustín, así como toda la fachada, la entrada principal, y el cerramiento enrejado que protege el jardín interior. Es lo único que está catalogado, como bien de interés arquitectónico, y que la constructora deberá respetar al máximo. De hecho, la actuación ya contempla una rehabilitación integral de este inmueble, en el que todavía vive Mª Carmen Hauke, dueña del 50% de la empresa Averly, junto a dos sobrinos suyos que mantienen un 25% cada uno.

Este diario contactó con ella ayer y solo quiso apuntar dos detalles importantes: que "Averly no ha cesado su actividad, sigue trabajando como le dejan y a pesar de la crisis" y que "para salir adelante hay que hacer cosas". No quiso hablar de la venta, ni de los planes de sus compradores ni de que la fundición hace tiempo que no se hace allí adentro. Está preocupada por el daño que todo ello pueda hacer a la imagen de marca que, insistía, sigue viva.

También en el interior de esas naves, donde todavía permanece el mayor legado de Averly y por el que colectivos como el TICCIH quiere luchar a toda costa porque no acabe enterrado por unas demoliciones que podrían comenzar en los próximos meses. En realidad, para echar abajo esas naves solo necesitan una licencia urbanística que autorice los trabajos, esté o no hecho el plan especial o el proyecto de reparcelación. Aunque el ayuntamiento aún tiene en su mano decidir el futuro del contenido valiosísimo que todavía permanece entre sus paredes: modelos de fundición realizados desde su fundación, piezas de repuesto, materiales, maquinaria y motores conservados desde hace más de un siglo, o planos históricos que hacen de estas instalaciones uno de los cien inmuebles que son patrimonio histórico de la industria en España.