El consumo de antidepresivos ha experimentado un espectacular incremento en los últimos años. De hecho, se ha duplicado desde el 2002, cuando algo más de 47.000 personas tomaban algún tipo de tratamiento. En el 2016 fueron más de 100.000. Según datos oficiales, uno de los principales incrementos se produjo cuando estalló la crisis. Así, en el 2008 había 77.491 aragoneses en tratamiento, es decir, 30.000 más que seis años antes. En número de envases, en el 2002 se consumieron 638.191, en el 2008 la cifra ascendió a 892.493 y el pasado año ya se rebasó el millón (1.161.968). Las causas del espectacular aumento residen, según los expertos, en varios motivos, pero entre ellos destacan que «estamos en una sociedad que está psiquiatrizando todo mucho. La pérdida de empleo, la muerte de un ser querido, o que te haya dejado la novia se interpretran como enfermedades mentales cuando no lo son porque responden a una reacción de tristeza lógica en el ser humano ante la adversidad, pero lo fácil es dar un antidepresivo que eleva algo el estado de ánimo», expuso Vicente Rubio, jefe del servicio de Psiquiatría del hospital Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza.

A DEMANDA // Así, el profesional subraya que el médico de Atención Primaria al que acude el paciente, «con escasísimo tiempo para valorarlo cree que lo más fá- cil es decirle que se tome eso», lo cual no responde, en su opinión, a un error de diagnóstico sino a la propia demanda del paciente. «El médico sabe que no está ante una depresión, pero es que mucha gente demanda el antidepresivo. Estamos en la cultura de la pastilla porque se toman para todo: deseo sexual, adelgazar, engordar… No son errores de diagnóstico sino presión de la sociedad en una cultura del hedonismo y la búsqueda de la solución fácil». En este sentido, Rubio indica que lo que hay que hacer es «afrontar el duelo o la pérdida porque eso no es depresión», una patología que, en todo caso, si gue aumentando entre la población. «Hablamos de una enfermedad mental que sí requiere el tratamiento con psicofámarcos, no de una tristeza provocada por un desenlace triste», incide.

POR DEFINICIÓN // Pero, ¿qué es entonces la depresión? Según la Asociación de Trastornos Depresivos de Aragón (Afda), es «un trastorno anímico y mental que puede afectar a los pensamientos, sentimientos o conducta del individuo y con importantes consecuencias personales y sociales. No se trata de una tristeza pasajera o de un estado de ánimo bajo tras un acontecimiento vital negativo, sino un estado duradero». En su aparición influyen factores genéticos, biológicos y psicosociales, así como el consumo de determinadas sustancias. Así, de las más de 100.000 personas en tratamiento al año, «quizá los que sufren depresión no llegan ni a la cuarta parte», asegura el doctor Rubio. De hecho, recuerda que en especialidades como Traumatología o Neurología también se recetan antidepresivos para combatir el dolor. En todo caso, el problema principal parece claro. «Se recetan demasiado a demanda», reitera «porque todos queremos una solución rápìda y clínica», pero advierte del riesgo de los posibles efectos secundarios de los antidepresivos. «Hay quien tiene un consumo controlado y quien no, lo que puede crear adicción. Se trata de una sustancia química que interactúa con otros fármacos o el alcohol y que puede suponer, en este caso, un riesgo para la salud relacionado con problemas hepáticos, renales o cardiacos», añade.

OTRAS CAUSAS // Pero hay más razones que explican ese considerable aumento de consumo en la última década. «No hay que olvidar la presión de los laboratorios. Estamos en un mundo comercial en esa sociedad de la comodidad en la que todo se psiquiatriza», dice Rubio, que sitúa a Aragón en el mismo nivel que el resto de comunidades en cuanto a incidencia de depresión. «Cuanto más desarrollado es un país, más se consumen psicofármacos porque cada vez hay menos temas por los que preocuparnos», sostiene. El profesional admite que la crisis, a partir del 2008, provocó un elevado número de casos que responderían a las denominadas depresiones adaptativas, que son «cuadros secundarios a la frustración como consecuencia de que vayan mal las cosas» y que serían las más numerosas. «Hablamos de un perfil de una mujer de más de 50 años con síndrome de nido vacío, aunque cada vez recibimos a más gente joven en consulta», advierte. Entre los casos de depresiones no adaptativas se incluye a los niños, que también pueden padecer depresión, aunque son casos muy aislados. «Se manifiesta a través de problemas con el lenguaje, alteraciones digestivas o problemas psicosomáticos», explica el doctor.