El futuro del convento de Santa María de Jerusalén, en el número 10 del paseo Isabel la Católica y muy cerca de La Romareda, está prácticamente escrito, aunque aún tardará en hacerse realidad. La compra de este inmueble por parte de la empresa Bancalé, del empresario aragonés Juan Fabre, tiene una finalidad que, según ha podido saber este diario, pasa por reconvertir esa parcela en un mix de usos, con la construcción de un hotel y de una residencia en esos más de 20.000 metros cuadrados de superficie ubicados a escasos metros del estadio de La Romareda y del hospital Miguel Servet.

La firma aragonesa, al parecer, se hizo con un opción de compra sobre el inmueble hace «más de dos años». Un convento en el que vivían cinco monjas hasta que en el 2014 abandonaron sus instalaciones que, finalmente, ha adquirido Fabre hace pocos meses. Y de la operación nadie en el ayuntamiento sabía nada hasta que después de las pasadas elecciones se registró en Urbanismo una solicitud de licencia de demolición para derribar la edificación. La petición puso en alerta al entonces Gobierno en funciones de Zaragoza en Común (ZeC) y por eso decidió abrir un expediente para intentar su catalogación.

A la vista de las palabras del ahora concejal de Podemos-Equo Fernando Rivarés, quizá este impulso viene motivado por la sospecha de que esta operación urbanística escondiera fines ocultos vinculados a la futura reforma del estadio, algo que el actual responsable de Urbanismo, Víctor Serrano, negó tajantemente el pasado lunes y que, según ha podido saber este diario, es independiente a los planes que tienen los dueños del club para este entorno. De hecho, esos suelos eran de interés para la entidad desde hace muchos años y Fabre se les adelantó.

EN ALQUILER

Ahora todo pasa por un proyecto, sobre todo el de la residencia, que podría dedicarse tanto a mayores, en alza en la ciudad y en el mercado en general, como a jóvenes, universitarios especialmente, a los que ofrecer alojamiento en régimen de alquiler a precios asequibles en un entorno inmejorable: la línea del tranvía al lado, una dotación de servicios privilegiada y el campus a pocos minutos. Demanda hay en Zaragoza, pero esto se verá conforme avance el proyecto, si es que no se ve varado por la tramitación administrativa.

Este paso por Urbanismo se encuentra con dos problemas relevantes que afectan a sus planes de futuro. Por un lado, si Fabre quiere construir un hotel antes se debe aprobar una recalificación del suelo. No admite usos residenciales y un establecimiento de esta naturaleza obliga a cambiar el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Por otro, la intención de catalogar el inmueble sigue su curso en el consistorio. Si este expediente llega a la Comisión de Patrimonio y se cataloga, tendrá muy complicado sacar la rentabilidad al terreno.

PARA OFICINAS NO

Lo que parece obvio es que la intención de su propietario es la de construir y luego obtener rentabilidad con el arrendamiento, al hilo de otras operaciones similares que la firma aragonesa está cerrando en otras ciudades de España. El uso para oficinas, según las fuentes consultadas, está absolutamente descartado (se considera que la oferta en la ciudad, y en zonas mejor situadas es muy alta y competir es complicado), y que esa segunda operación, dar con una empresa que explote esas instalaciones, está en una fase inicial.

No obstante, el inmueble lleva cinco años vacío, desde que las monjas del convento de Jerusalén abandonaran sus instalaciones en el 2014. La comunidad de franciscanas clarisas, congregación que se instaló en ese convento en 1947, lo abandonó dos años antes de su venta a la empresa de Juan Fabre. Y esta se había convertido en la pastilla más codiciada del entorno. Un terreno que, al margen de que no se vincule a la reforma, se revalorizará sin duda cuando el nuevo estadio esté acabado.