El tañido de la campana rasga el silencio de toda La Solana. Llega a Lacort, a Felices, alcanza Fiscal. Al mediodía, solo el bramido del Ara apacigua el sonido metálico de la memoria. Es el recuerdo de los vecinos que ya no están, pero cuya lucha y ejemplo de dignidad conserva cada piedra levantada. Como José María, de Casa Manuel, que perdió el pulso con este maldito virus que tampoco ha podido paralizar el resurgimiento a la vida de Jánovas.

No hay reparto de torta, ni baile, ni pregón, ni misa baturra, ni longanizada, ni ronda, ni Habanera Triste. No hay fiestas de San Miguel porque manda la precaución y la juerga del año pasado, con la recuperación de esa campana, no podrá repetirse. El coronavirus, como ha ocurrido en tantas otras localidades aragonesas, ha cancelado los festejos por el patrón.

El miedo al contagio fue la riada que en verano se llevó por delante el Festival Jánovas Insumergible, iniciativa cultural y reivindicativa que pusieron en marcha en 2019. Para esta ocasión tenían apalabrada la presencia del añorado Joaquín Carbonell. “Estaba muy ilusionado por poder tocar en Jánovas. Su pérdida es una auténtica lástima”, reconoce Óscar Espinosa, presidente de la Fundación San Miguel, asociación que reúne a los promotores de la reconstrucción.

Pese a todo, la pandemia no ha podido con ellos. Y su símbolo de resistencia. Y como bastión se elevará ahora la casa de Paca y Emilio, los últimos de Jánovas, aquellos que durante más de veinte años resistieron solos en el pueblo, sin agua corriente, con un hilo de luz que únicamente daba para mantener una bombilla encendida, con la escuela cerrada a la fuerza y cuidando a sus hijos pese a las presiones constantes de Iberduero, la promotora de la construcción del fallido pantano.

Ahora Javier, su nieto, se ha propuesto levantar esa misma casa, Casa Garcés, en la que apenas recuerda corretear por la tarima del primer piso, ese que ahora se sostiene inexistente en el vacío. “Siempre he oído en casa la rabia de irse y cómo lucharon. Me apetece volver, recuperarla. No sé cuanto tardaremos. Porque esto sabes cuando empiezas pero no cuando terminas”, admite Javier.

Solo quedan las paredes. El primer paso será reforzar el armazón con hierro y hormigón e intentar techar para que el agua no siga dañando la piedra. Porque para evitar que volvieran a ocupar la casa, como era su intención, los operarios de Iberduero serraron los maderos y reventaron su interior en 1984. “Por el simbolismo que tiene es un orgullo que se levante porque es donde estuvieron toda la vida resistiendo”, explica Óscar Espinosa. La familia Garcés ya levantó Casa Castillo, herencia materna y aún sin acabar, pero Javi no tiembla al elevar ese monumento a la resistencia. “Esperemos que en las próximas fiestas podamos al menos comer toda la familia junta allí”, admite Javier.

Paso a paso

Desde de que se revocara el proyecto en 2001 por su impacto mediambiental, los antiguos vecinos y sus descendientes han ido recuperando Jánovas, pagando por las posesiones que les fueron arrebatadas y en muchos casos dinamitadas, destruidas. Las actuaciones han sido lentas y costosas porque ellos mismos tienen que costear obras desde los escombros.

Sin reblar, paso a paso, primero fue el abrevadero, la fuente y el merendero. Revitalizar los sembrados baldíos. Luego renació la escuela abierta como centro social y el techado de la iglesia. Llegarían las dos primeras casas, la Posada de Frachín y Casa Puyuelo. Actualmente hay hasta siete familias elevando sus ruinas del naufragio.

Una subvención de 440.000 euros del Gobierno de Aragón permitió el regreso de la luz el ocho de marzo del 2019, la posterior pavimentación de varias calles y el acondicionamiento de los servicios básicos, como un depósito de agua. “Ahora teníamos una subvención aprobada de 100.000 euros para terminar la depuradora, porque ahora tenemos que tirar el aguas residuales directas al río, pero ese dinero fue redirigido, como es lógico, para sanidad, por el Covid. Esperemos contar con ella para el 2021”, explica Oscar Espinosa. Este verano se ha acondicionado la pista que une el núcleo con San Felices, Albella y Planillo, aunque la reivindicación principal es la apertura de una acceso desde la carretera y la construcción del puente para vehículos.

2020 ha sido un año convulso donde sufrieron el vandalismo con la rotura por perdigonazos de todas las ventanas de la primera planta en enero y el intento de robo en Casa Agustín. “No se llevaron nada, por suerte. Hemos tenido que poner una alarma en una casa que no está ni terminada”, recuerda Espinosa.

“Con las casas, con la gente, con los árboles… hasta las montañas han caído”. Era el lamento de Francisca Castillo, la luchadora que resistió más de dos décadas de acoso, que en los peores momentos se iba al cementerio para sentirse acompañada en su soledad, aquella a la que ahora honra su nieto elevando al cielo su casa. Paca falleció en junio del 2019 a los 92 años como antes lo hizo su marido Emilio. Por ellos y por todos los que fueron y por todos los que serán los vecinos de Jánovas bandearon su campana al mediodía, hicieron que resuene con fuerza y orgullo rebelde por todo la Solana.