El pasado 15 de enero Schindler anunciaba el comienzo del fin de la fabricación de piezas para ascensores en su planta de Zaragoza. Han pasado más de dos semanas, 15 días en los que las tres reuniones del comité y la dirección siguen llevando al mismo callejón sin salida. La decisión de deslocalizar la actividad para llevarla a Eslovaquia es «irreversible», sostiene la compañía como un mantra. Y esto supondrá el despido de 119 trabajadores, que dejarán sus puestos el 30 de abril, según refleja la memoria del ERE a la que tuvo acceso este diario.

Y mientras, la plantilla sigue a la espera, no se sabe muy bien de qué. Por ahora, el comité no ha convocado ninguna protesta a la espera de que lo que hoy decida la asamblea. Será allí donde los trabajadores tendrán voz (y seguramente voto) para decidir qué ficha se mueve ante la parálisis general, solo quebrada por algunos contactos con representantes políticos de CHA, Podemos e IU.

El consejero de Industria, Arturo Aliaga, se limitó a señalar que no descarta reunirse con la plantilla y pidió «sensibilidad» a una empresa que es un «referente histórico» en la comunidad. Y poco más a la espera de que se produzca algún movimiento.

Eso sí, el pleno del Ayuntamiento de Zaragoza aprobó por unanimidad una moción conjunta de todos los grupos municipales en la que exhortan a llegar a un acuerdo sobre el ERE en la planta de Zaragoza. El texto de la moción expresa la «firme apuesta» de la defensa del empleo y la solidaridad con la plantilla.

Desde la Federación del Metal de Zaragoza (FEMZ) confían en que la reestructuración no afectará a los otros 400 trabajadores y recalcó la autonomía del grupo para tomar decisiones.