Electrificarse o morir. Y nunca mejor dicho. Estamos entrando en una nueva era industrial en el sector del automóvil que estará marcada por dos aspectos: la conectividad y la electrificación. El primero aparece como una oportunidad para los disruptores que se adentran en un terreno hasta ahora reservado al lobby del motor, que obligará a los grandes fabricantes a asociarse con compañías externas para mantener el nivel tecnológico de sus productos. El segundo, el de la electrificación, aparece más como una amenaza pese a presentarse como la única solución para reducir los niveles de emisiones y cumplir con lo establecido en el Tratado de París (0 emisiones de CO2 en 2050).

La realidad es que la llegada del coche eléctrico, que ahora solo representa el 1% del parque automovilístico, supondrá un cambio radical en los procesos de producción, en los hábitos de compra y, sobre todo, en la rentabilidad de uno de los motores sociales de los países que tienen en el automóvil una de sus principales fuentes de ingresos.

La ecuación es muy simple, y ninguno de los grandes dirigentes del sector se esconde del resultado. Un coche eléctrico tiene el entre el 30% y el 40% menos de piezas que uno convencional, lo que supone un 25% menos de horas de trabajo, En consecuencia, se reduce la mano de obra necesaria, algo que no solo afectará a las fábricas sino también a los proveedores de componentes. A menor complejidad mecánica, más impacto laboral.

UN SECTOR ESTRATÉGICO

En Europa el sector representa actualmente el 11% de los empleos (13,3 millones de personas) y en España el 9% de la población activa depende del automóvil. Con 17 plantas productoras en nuestro país, entre ellas la de Opel en Figueruelas, la entrada en escena del coche eléctrico puede significar un recorte de entre el 11 y el 18% de los empleos, además de suponer un descenso de tres puntos del PIB (que actualmente representa cerca del 11%). En Aragón, podrían perderse entre 2.000 y 3.000 puestos, y hasta 11.000 todo el país. En los próximos años las decisiones industriales serán claves. El 75% de las empresas aragonesas dedicadas al sector podrían acabar desapareciendo si no afrontan una transformación profunda de sus estrategias industriales.

Según reconoce el secretario general de ACEA, la asociación de productores de automóviles europeos, Erik Jonnaert, «los fabricantes quieren moverse lo más rápido posible hacia vehículos de cero emisiones, sin embargo antes deberá transformarse toda la cadena automotriz a un ritmo manejable, protegiendo el empleo y la viabilidad a largo plazo del sector». Algo que puede no suceder en todos los países por igual y el impulso forzado hacia el coche eléctrico afectará desproporcionadamente a los empleos del sector. En Alemania, Volkswagen ya ha anunciado tres mil bajas laborales vinculadas a la electrificación para adaptarse a las nuevas normas medioambientales.

Uno de los puntos más polémicos de la actual legislatura del Gobierno español ha sido el plan de transición energética. La intención de prohibir la venta de vehículos con motor de combustión en 2040 para adaptarse a las normativas europeas de futuro provocó, no solo el desconcierto de los usuarios, sino la reacción de los fabricantes. Las emisiones tienen que bajar a 95 gramos en 2021, a 82 gramos en 2025 y a 59 gramos en 2030, eso significa que en diez años una de las industrias más relevantes del planeta deberá transformarse totalmente.

Las inversiones para acometer semejante reto y adaptarse al coche eléctrico supondrían la necesidad de crear en Europa unas 40 fábricas de baterías, lo que conllevaría una inversiones de más de 140.000 millones. Aragón está bien posicionada en la carrera para acoger una planta de este tipo gracias a las negociaciones que mantiene con el grupo chino DLG Energy, considerado una de los gigantes mundiales de este sector, y con el productor coreano LG Electronics.

MENOS FACTURACIÓN EN TALLERES

Otro aspecto en el que la llegada del coche eléctrico tendrá un impacto negativo será el de los talleres de reparación. La ya mencionada reducción de piezas, supone una reducción del mantenimiento. En España se estima que un 38% de la facturación de los talleres va a desaparecer de aquí a 2050 si se electrifica todo el parque según un informa de la consultora Solera. La facturación actual de los talleres españoles es de 13.639 millones de euros anuales que, con la llegada del coche eléctrico bajaría hasta 8.472 millones ya que el vehículo con baterías no lleva aceite, bujías, correa de distribución, inyectores, filtros ni escapes. Sólo hay que mirar por la batería cuyo precio ronda los 11.000 euros y se cambia cada diez años.

En la factura del coche eléctrico también habrá que sacar a relucir el coste directo de la producción de electricidad para recargar el parque. En países como España es de 162 gramos por kilowatio/hora, con solo el 40% procedente de renovables. Para recargar todo el parque eléctrico en España (28 millones de coches) si fueran eléctricos se necesitaría un 22% más de generación energética. Y otro tema a considerar será el del reciclaje, ya que en 10 años se estima que habrá unas 100.000 toneladas de baterías pendientes de reciclar.