El covid ha cambiado el paisaje en las ciudades. En toda Europa, las soluciones de movilidad individuales y verdes, es decir, las bicicletas y los patinetes, han ganado terreno frente al transporte público comunitario y el vehículo privado. Aunque no en todos los lugares existen las mismas facilidades. Según un informe de la Federación Europea de Ciclistas (ECF, por sus siglas en inglés), España suspende estrepitosamente en esta materia.

Esta organización se encarga de recoger y compartir todo lo que prometen los gobiernos locales para luego poder rendir cuentas. Hace escasos días, la inversión continental en la promoción de la bicicleta superó los 1.000 millones de euros. En toda Europa se han pintado 1.056 kilómetros ciclables en terreno urbano (y en diferentes formatos) del total de 2.320 prometidos. Los países que más se han rascado el bolsillo, según los datos de ECF, son Reino Unido (326 millones), Francia (320 millones) e Italia (305 millones). En el caso de España, la apuesta por el ciclismo ha superado los 7,8 millones. Barcelona, Granada y Valladolid son las ciudades que han tirado del carro, mientras que Madrid ni aparece en el ránking. Zaragoza tampoco consta entre los primeros puestos del listado, ya que la fórmula escogida por el ayuntamiento, los ciclocarriles, resulta ambigua.

En números absolutos, según el consistorio y desde que comenzó la pandemia, la capital aragonesa ha ganado 65 kilómetros (serán 80 a final de año) para la bici, aunque al mismo tiempo se ha restringido la circulación a los ciclistas por otras tantas vías.

Los llamados ciclocarriles son tramos de calzadas con dos o más carriles de los cuales, el de la derecha, se ha habilitado para el uso compartido por parte de bicis y patinetes y coches. La velocidad en estas secciones está limitada a 30 kilómetros por hora, y tienen la intención de unir tramos de carriles bici que hasta ahora no estaban comunicados. A cambio, a los ciclos se les prohíbe circular, como bien indican las señales, por cualquier otro carril que no sea ese en las calles en las que se ha implantado este sistema. Los patinetes sí que ganan porque antes no podían rodar por la calzada a no ser que esta tuviera un solo carril.

Desde el ayuntamiento explican que la medida, implantada en verano, buscaba ganar tiempo y mejorar la red ciclable lo antes posible para fomentar el uso de medios de transporte sostenibles aprovechando el empuje de la pandemia. Asimismo, el coste de estos ciclocarriles resulta bajo: pintar un kilómetro de estas vías pacificadas cuesta 400 euros, mientras que cada kilómetro de carril bici cuesta 60.000 euros. Pero la fórmula no convence a todos, y algunos incluso dirían que se ha puesto por encima el dinero a la seguridad, ya que en estos tramos compartidos, que no están segregados físicamente, pocos vehículos respetan la limitación de 30 kilómetros por hora (por no hablar de la cantidad de coches que aparcan en doble fila impidiendo el paso a las bicis y patinenes). Desde el colectivo Pedalea presentaron un recurso (no resuelto todavía) contra el decreto que posibilitó la instalación de los ciclocarriles. Piden que se sigan construyendo vías ciclistas «segregadas y seguras».

Así con todo, Zaragoza cuenta con 135 kilómetros de carriles bici y el actual equipo de PP y Cs ya ha dicho que, de momento, no se van a construir más, a pesar de que ellos mismos constatan que hoy hay un mayor número de ciclistas que hace unos meses. La ciudad, eso sí, fue la primera de España, años atrás, que pacificó todas las calles de un solo carril, un modelo que ahora la DGT podría exportar al resto de España y a todas las calles, tengan la anchura que tengan.

Mientras, el transporte público continúa registrando un 40% menos de usuarios que hace un año, lo que supone que, cada día, dejan de subirse al bus o al tranvía 130.000 personas. El tráfico rodado también ha disminuido en un 7% con respecto a los valores habituales.