La concejala de Servicios Públicos y Movilidad, Natalia Chueca, pidió la semana pasada al gran público que guardara sus miedos y volviera a usar el transporte de Zaragoza. "Es seguro", dijo, aunque es obvio que la gente no tiene esa percepción. Las quejas son comunes entre los usuarios, sobre todo en las horas punta, cuando se agolpan en los convoyes muchas más personas de lo que cualquiera desearía en tiempos de covid. La opinión de los viajeros la corroboran de los conductores, sobre todo en el espacio del tranvía, donde se ven incapaces de controlar lo que ocurre en los vagones.

¿Y qué ocurre? Hay gente que va con la mascarilla bajada, ya sea para comer, beber o hablar por teléfono. No es una mayoría, sea dicho, pero sí una constante. Los hay que acceden a los convoyes pese a que se les advierta de que el tranvía va lleno; y quienes se sientan directamente en los sitios donde hay una cruz que indica la prohibición de usarlo. Ni caso, dicen los conductores. Incluso algunos revisores explican que se han tenido que enfrentar a situaciones desagradables al tratar de que se cumplieran las normas covid.

«Una de las principales quejas que tenemos de los usuarios es el incumplimiento de aforos, lo que conlleva que no se puedan guardar las distancias de seguridad», explican desde el comité, donde entienden que la hora punta «debería ser desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la tarde, de lunes a viernes, como en los autobuses».

Hace meses que el consistorio apela «a la responsabilidad individual» a la hora de utilizar un vehículo con una ocupación alta. «La recomendación suele caer en saco roto», dicen los trabajadores, que aseguran que el sistema «cuentapersonas» no funciona bien y culpan directamente a Natalia Chueca de los múltiples problemas que se han acumulado en los últimos meses. Consideran que la edil se ha puesto del lado de la empresa y que, no solo no mira por los trabajadores, sino que tampoco se ha preocupado por los usuarios, que llevan casi un año viajando en situaciones de riesgo. «Nos preguntan mucho los usuarios por qué los tranvías van tan llenos y por qué no se respetan las distancias, pero nosotros no podemos hacer nada».

«Tienen que poner más convoyes, es evidente», inciden desde el comité de trabajadores de los tranvías, donde explican que, cuando viajan muchos pasajeros, «ya no es solo el problema de que se sientan y no deben, sino que van todos pegados de pie. Cada cual tiene sus necesidades, sus prisas. Menos mal que estamos en una ciudad muy civilizada».

La climatización también es deficiente, advierten. «No hay flujo suficiente de aire desde los equipos de climatización, acorde con las temperaturas del exterior, ni en invierno ni en verano», aunque la última recomendación de la concejala ha sido que vayan siempre las ventanillas abiertas «y que se evite hablar».

No cesan ahí las quejas. «Hay una deficiente limpieza de vías, por lo que crecen los ruidos y vibraciones, disminuye considerablemente el confort del pasaje y aumenta considerablemente el riesgo de accidente; los monitores de información al viajero se apagan o dan información errónea; las validadoras tienen errores varios; se producen estridentes chirridos por la falta de engrase de las ruedas; y hay información insuficiente ante una incidencia o corte previsto».

No son mejores las noticias del bus. Este domingo su comité de huelga inspeccionó varios vehículos que prestaban servicio y detectó que algunos «no cumplen la normativa sanitaria sobre asientos precintados, que no podían ser utilizados puesto que no estaban señalizados y superaban el número permitido legalmente».

Se informó al responsable de salidas de los autobuses, «para que se precintaran y no salieran a prestar servicio hasta que cumplieran la normativa», pero esta persona ordenó que los autobuses salieran a la calle. «Esta irresponsable decisión del responsable de la empresa nos obligó al comité de huelga a denunciar este hecho ante la Policía Local, que intervino y obligó a que estos autobuses se retirasen a cocheras, para que se precintasen los asientos de los viajeros que no pueden ser usados y con ello cumplir la normativa establecida».

Chueca anunció la pasada semana que Avanza instalará cámaras para contar personas, pero obvió la realidad del día a día, explican sus conductores. «Con frecuencia, los autobuses urbanos salen a prestar servicio sin tener establecido el número o porcentaje correspondiente de asientos que tienen que estar inutilizados, lo que provoca que, en el mejor de los casos, no exista un criterio uniforme en el precintado de esos asientos, así como una total falta de control cuando alguno de los precintos o de las pegatinas se deterioran», avisan desde el comité.

A pesar de esta denuncia, la empresa sigue incumpliendo la normativa sanitaria en el interior de los autobuses, explican, «porque Avanza Zaragoza está más interesada en realizar kilómetros, que es su fuente de ingresos, que en garantizar la salud de los usuarios del autobús», por lo que piden a Natalia Chueca que no se cruce más de brazos e intervenga «urgentemente» a través de controles diarios de los buses. Casi un año después de decretarse el estado de alarma, el problema de la seguridad en el transporte de Zaragoza sigue sin resolverse. La gente tiene miedo, consciente de lo que ve día a día. La concejala les pide, sin embargo, que se monten más en el autobús y en el tranvía.