El cementerio zaragozano de Torrero registra estos últimos tres años un notable incremento del traslado de restos mortales dentro de la propia necrópolis. Así, si al comienzo del siglo los transportes internos oscilaban entre 600 y 800, el pasado año ya fueron 1.346, si bien el millar se superó un año antes, cuando fueron 1.062, según datos de Gerencia de Urbanismo. En lo que va del 2016, la cifra de traslados se sitúa en 919.

Los traslados en el recinto funerario obedecen a tres motivos principales: la caducidad de las concesiones, las renuncias y las exhumaciones a la fosa común. «Existe una fuerte tendencia a unificar en un solo espacio los restos que yacen dispersos en distintos lugares», señaló una fuente de la Gerencia de Urbanismo del ayuntamiento de la capital aragonesa. Hasta el punto, añadió, de que, en la actualidad, los movimientos de este tipo acumulan varios meses de demora.

Esta situación tiene dos consecuencias de gran importancia. Por un lado, la unificación de restos entraña un ahorro económico para las familias que lo solicitan, y, por otro, el cementerio va liberando espacio progresivamente.

Este terreno ganado, a su vez, favorece la política de recuperación de nichos que lleva a cabo el Ayuntamiento de Zaragoza, que se inclina por esta fórmula y por la de la construcción de columbarios en lugar de levantar nuevas manzanas con sepulturas.

Con todo, la inhumación es una opción que, en el caso de Zaragoza, retrocede con el paso del tiempo. De hecho, ahora las incineraciones, que tomaron la delantera en el 2008, representan el 52,51% en la necrópolis de la capital aragonesa. Un porcentaje que no refleja la realidad enteramente, dado que la puesta en servicio de un tanatorio privado en el 2013, regentado por Servisa, derivó a la nueva instalación cierto número de cremaciones. De forma que la cifra más ajustada a la realidad en cuanto a incineraciones ronda en Zaragoza el 60%.

Las estadísticas del cementerio de Torrero arrojan en lo que va de año 2.240 cremaciones y 2.026 inhumaciones, mientras que en el conjunto del 2015 las incineraciones ascendieron a 2.676, junto a 1.346 entierros en nicho.

El incremento del número de cremaciones contribuye asimismo a disminuir la presión sobre el espacio disponible en el camposanto para enterramientos. A ello hay que añadir que en cada nicho, nuevo o liberado, caben hasta cuatro restos mortales diferentes, ya sean cenizas o vestigios óseos.

Pero, en la medida en que disminuye la presión sobre las manzanas de nichos, se incrementa la que experimentan los columbarios, cuya construcción va en aumento, y en los espacios destinados a esparcir o depositar las cenizas de los seres queridos.

CENIZAS

Este es el caso, por ejemplo, del jardín de las cenizas, donde en la zona de esparcimiento libre se está alcanzado una cierta saturación derivada de su mismo éxito. «Habrá que ampliar la zona destinada a este servicio y crear otras nuevas», apuntan en el camposanto zaragozano.

Paralelamente, también está obteniendo una buena acogida el denominado cinerario común de ilustres, un nuevo espacio presidido por un pebetero. Aquí, en un emplazamiento situado en la parte más alto de la necrópolis, las familias pueden depositar las cenizas el día que elijan, sin necesidad de realizar ninguna gestión administrativa.