Cuco S. B., de 17 años, empezó a fumar hace dos años, influido por su familia y por su grupo de amigos. "Nunca he intentado dejar de fumar en serio, pero creo que todavía estoy a tiempo de dejar el tabaco", reconoce este adolescente zaragozano que estudia 2º de Bachillerato.

Cuco piensa que aún no se ha adentrado demasiado en la adicción a los pitillos, que su caso tiene fácil remedio. "Sólo fumo diez cigarrillos al día --dice--, en momentos especiales, como después de las comidas o antes de ir a la cama".

La cada vez más agresiva publicidad antitabaco que incluyen las cajetillas no le ha hecho coger miedo al acto de fumar. "Los mensajes de las cajetillas no sirve absolutamente para nada", afirma. "Fumo lo mismo que he fumado siempre, no he bajado mi dosis por el hecho de que las cajas anuncien un montón de males".

"Tengo amigos fumadores --añade-- que incluso se coleccionan esos mensajes, como si fueran una curiosidad".

"Esas advertencias que te predicen una vida corta o un cáncer de pulmón --dice-- no tienen ninguna utilidad, porque antes de empezar a fumar, a los 15 años, yo ya sabía que era algo malo, igual que mis amigos y que la gente que conozco".

Sin embargo, Cuco se debate en la duda. Por un lado, querría dar marcha atrás, pero, por otro, piensa que aún no está enganchado. "No me considero un adicto al tabaco", señala. "Controlo el vicio y sólo fumo cuando realmente me apetece, no lo hago de forma mecánica".

Además, su padre, que era un fumador empedernido, ha dejado el hábito y su madre "lo intenta de vez en cuando".

"Sé que saldré de esto cuando me lo tome en serio", afirma como para darse ánimos.