La muerte del dominicano Dionisio Fabián Cepeda, alias Stalin , tenía marcada una fecha fija. El pasado 17 de mayo, cuando se encontraron en la zaragozana calle de Lastanosa, le tocaba a él o a su contrincante, el también dominicano Joselito Peña García, alias Chelo el grande . Ambos iban armados con cuchillos y aceptaron mutuamente la pelea como única forma posible de resolver viejos conflictos.

La historia de esta guerra particular había comenzado meses antes, cuando Chelo trabajaba de portero en un club de merengue de la calle Marcial, donde también lo hacía la mujer de Stalin .

El encono entre ambos se inició por una fruslería. Cuando el último acudió una noche a recoger a su pareja, Chelo insistió en que pasara por el detector de metales, requerimiento que enfureció a Stalin y ese día ya se registró el primer enfrentamiento, aunque no pasó de ser dialéctico.

Las cosas empeoraron después, porque cada vez que se cruzaban surgía un conflicto. Las versiones sobre quién de los dos utilizó por primera vez una navaja para atacar a su oponente son contradictorias.

Según los allegados a Stalin , éste sufrió cortes en una ocasión en un hombro izquierdo y en los tendones de la mano derecha. Los de Chelo dicen que dos meses antes se había registrado una pelea en la que el ahora huido recibió un corte en la espalda.

Independientemente de quien diga la verdad, ninguno de los dos denunció los hechos a la Policía. Habían decidido que el problema tenía que resolverse entre ambos, sin intervención de terceros. Desde entonces iban armados.

Damián Antonio M., alias Morenito , amigo de Chelo , declaró a la Policía que éste le había advertido en varias ocasiones "que no se entrometiera si surgía una pelea con Stalin".

La muerte no se produjo antes porque ambos solían alternar con sus respectivos grupos de amigos en distintas zonas de la ciudad. Stalin lo hacía en el sector de Doctor Cerrada y Chelo , en el barrio de Delicias.

Sin embargo, el día de autos, Stalin penetró en territorio enemigo y encontró a Chelo jugando al billar con unos amigos en la calle Lastanosa. Tras asegurarse de su presencia y de que su contrincante le había visto, salió del establecimiento y esperó.

Varios testigos aseguran que Chelo "se demoró quince minutos en salir" y que se enteraron de la pelea por los gritos que se escuchaban de la calle. Vieron a Stalin armado con un cuchillo de cocina con cachas negras y a Chelo , con una navaja más pequeña.

Morenito se precipitó a la calle armado con un palo de billar e intentó interponerse ante los contrincantes pero fue echado a un lado. "Es peligroso interponerse entre dos hombres armados con puñales", dijo.

Según los testimonios recogidos por la Policía, Chelo "retrocedía de espaldas acosado por Stalin", a quien escucharon decir: "Ya estoy cortado y voy a pelear". Tenía manchas de sangre en un costado. El primero siguió retrocediendo hasta que se topó con un coche y esperó a su contrincante, al que le clavó su navaja en la base del cuello.

"Me mató. Me mató", gritó Stalin , víctima de una grave hemorragia, mientras se deslizaba calle abajo, dejando un gran reguero de sangre. El homicida huyó en ese momento.

El herido fue trasladado por un cliente del billar de la misma nacionalidad al hospital Clínico, donde ingresó a las 1.07 horas. Presentaba dos heridas en la base del cuello de 3 centímetros y otra en el flanco derecho, de las que fue intervenido. Trasladado a la UCI a las siete y media de la mañana, falleció tres horas más tarde. Según la autopsia, la muerte fue provocada por una "herida incisa en la arteria subclavia derecha".

La Policía inició la investigación para localizar a Chelo , pero éste había huido ya de Zaragoza y a las 14.00 horas del 20 de mayo tomó en Barcelona un vuelo de Lufthansa con destino a Stuttgar.

Los investigadores encontraron en el domicilio del sospechoso, en la avenida de Madrid, una agenda con numerosas direcciones, entre ellas la de una joven con la que había mantenido relaciones sentimentales, con residencia en Alemania. La confirmación de que que Chelo estaba allí llegó días después, cuando el sospechoso utilizó su teléfono móvil para llamar a un amigo de Zaragoza, a quien informó de su proyecto de huir a Santo Domingo.

Arresto y fuga de Chelo

La magistrada del Juzgado de Instrucción número siete de Zaragoza, encargada de las diligencias por el crimen, cursó una orden internacional de busca y captura y Joselito Peña, Chelo , fue detenido el día 23 en la localidad alemana de Leopoldshohe.

El resto de esta historia entra ya en el absurdo. La juez que lleva el caso cursó con diligencia una orden de extradición al día siguiente del arresto, pero, incomprensiblemente, no llegó a tiempo a su destino. Cuando lo hizo, Chelo había sido puesto en libertad y se desconoce su actual paradero.

Nadie ha dado explicaciones de lo que ha ocurrido, ni donde estuvo el fallo, aunque todo apunta a los ministerios de Justicia y Asuntos Exteriores, que tenían que tramitar la extradición. No es justificable que en el siglo de la tecnología, de las videoconferencias, de internet, de la Euroorden, pueda quedar impune un delito tan grave como un homicidio por incompetencia administrativa. No se ha informado de ningún cese ni de expedientes sancionadores por estos hechos.