En estos días en La Plata, Argentina, se está llevando a cabola audiencia preliminar al juicio oral por el cuádruple homicidio de Micaela Galle (11), Bárbara Santos (29), Susana De Bárttole (63) y Marisol Pereyra (35), ocurrido en noviembre de 2011 en el barrio de La Loma. En julio y agosto de 2013 salía ala luz uno de los últimos números de la ya desaparecida revista Orsaien la que el periodista argentino Javier Sinay publicaba la crónica negra "Cuatro mujeres muertas" (n°14, 21-34) sobre esta masacre. Este trabajo pone una vez más de manifiesto el rigor periodístico y la calidad literaria con que nos tiene acostumbrados Sinay, especializado en crónica policial. Desde que le conocimos, gracias al Premio Rodolfo Walsh 2010, que recibió por su antología de crónicas Sangre Joven (Tusquets, 2009) en la Semana Negra de Gijón, no ha dejado de conquistarnos, también con su nueva crónica: Los crímenes de Moisés Ville. Una historia de gauchos y judíos (Tusquets, 2013).

En "Cuatro mujeres muertas", Sinay se detiene reflexiona en cómo los medios y agentes sociales de relevancia tropiezan una y otra vez en el estereotipo y simplifican a la hora de construir imágenes productivas del mal; señales inequívocas y símbolos representativos de esa maldad. Cuenta el periodista que a uno de los acusados por el cuádruple asesinato, Osvaldo Martínez, un joven de 27 años, novio de una de las víctimas, le apodaban cariñosamente Alito (de Ale, un nombre árabe que la madre de Martínez había querido ponerle pero que no le habían aceptado en el Registro Civil) pero que al ser detenido por aquella masacre pasó a ser denominado El karateca. Un alias que encaja a la perfección con el carácter violento que interesaba atribuirle, tanto desde un punto de vista sensacionalista como utilitarista. De Alito a El Karateca hay un largo recorrido: el que va de la inocencia ala culpabilidad. Parece que este chico había practicado karate durante 10 años y su fortaleza física y carácter templado responden a los preceptos del arte marcial.

De hecho, el fiscal que lo acusa dice que mato a las cuatro mujeres en pocos minutos,utilizando sus habilidades para las artes marciales. Por otra parte, Osvaldo Martínez y especialmente su madre, dicen que el kárate es una disciplina noble que no tiene nada que ver con la condición homicida. ¿Recuerdan este verano de 2013 el caso del falso monje Shaolín, en Bilbao? Pues repasen lo publicado y verán cómo formar asociaciones ingeniosas, misticismos baratos y recurrir a simplistas relaciones entre seres violentos y artes marciales no es exclusivo de periodistas y jueces de Argentina.

El estereotipo funciona y se rentabiliza. Elimina complicaciones y divide el mundo en normales y extraviados. Sinay lo sabe y por eso desmonta los argumentos sobre este sangriento asesinato y nos muestra la disección de un caso que tiene de todo menos de sencillo.