El bar de la Casa de Andalucía en Zaragoza debe ser uno de los pocos lugares en la ciudad en los que servir una Cruzcampo no se juzga como si fuera una ofensa, sino como una forma de estar más cerca del hogar.

Por eso, la comunidad andaluza en la ciudad estará pendiente este domingo de las elecciones autonómicas, pero cada cual en su casa, ya que no han organizado ningún acto conjunto en su local. «Está claro que tenemos preocupación por el futuro», expresa Josefina Romero una cordobesa de Villar del Río que lleva ya unos 40 años en la ciudad. Y a pesar de que en la campaña andaluza los políticos han optado por las referencias pop desde Juego de tronos a La guerra de las galaxias, en la sede se decantan desde su origen por una iconografía más tradicional: carteles de toros, geranios y fotos de vírgenes barrocas.

El cordobés Antonio Navas dice que acude con frecuencia al local en el barrio del Actur: en sus paredes hay rejas como si la calle fuera sevillana y están pintadas de color albero. «Aquí en Zaragoza hemos encontrado una ciudad acogedora, pero nos gusta de vez en cuando volver a nuestras raíces, es algo que no queremos perder», indica.

La Casa de Andalucía rebosa de actividad durante el día. Las opciones son múltiples. Por ejemplo, el restaurante sirve flamenquines y cocina peruana, cosas de las concesiones y los contratos de explotación. Y la mayor parte de las tardes se llena de emigrados que ensayan en las distintos grupos de flamenco que se han montado.

La colaboración con los vecinos del barrio es habitual, aunque precisan que a los zaragozanos les gustan más los jaleos que el purismo en lo musical. «Aquí no damos gato por libre», puntualiza Navas.

Esta noche de domingo la mayoría de los 17.000 andaluces que viven en la ciudad estarán pendientes de sus grupos de WhatsApp. Para comentar los resultados y analizar las posibles alianzas. «Nos preocupa bastante lo que suceda, pues como entidad dependemos de las aportaciones públicas», dice el presidente de la agrupación, el jerezano Federico Tinoco.

Por el momento celebran que lo andaluz se está poniendo de moda y que cada vez se abren más bares con ambiente sevillano o malagueño en el centro de la ciudad. «Los vermús flamencos cada vez tienen más tirón», bromea el malagueño Manuel Martín, que ya lleva 12 años por un asunto de amores. Y a pesar de las nostalgias ya no es difícil sentirse como en casa a pesar de estar lejos de la tierra que les vio nacer. «A veces lo mejor es juntarse a tocar la guitarra en casa de un amigo», explica.

Tinoco defiende la labor que han realizado este tipo de agrupaciones de emigrados a lo largo de la historia. No en vano, la agrupación se fundó en 1933 (fue una de las primeras) y cuenta con casi un millar de socios. «Aunque vimos en Zaragoza siempre estamos mirando al Sur», explican.

Más allá de lo que pase en las urnas, toca pensar en las navidades. Está organizado un festival de zambomba, una gala benéfica y una cena de hermandad más allá de simpatías políticas. Y para el carnaval, que ya no queda tan lejos como parece, algunos de los socios se estrenarán con una chirigota. Los tambores y cuchufletas ya están listos.