"No me llaméis si no se cae el Pilar", era la frase que, hasta hace hoy un año, se empleaba con retranca entre los periodistas zaragozanos para indicar que tenían el día libre. Desde entonces, lo improbable dejó de serlo. La colocación de una bomba de fabricación casera en la basílica no solo causó daños por valor de 143.514 euros, y lesiones graves a una feligresa en el tímpano, sino que conmocionó a una ciudad que renovó su identificación con el templo mariano al grito de "¡El Pilar no se toca!".

Aquella mañana, el estruendo y el posterior desalojo del templo congregó a una gran multitud de curiosos en la plaza, que veían con asombro cómo la Policía acordonaba la basílica e introducía en ella un robot de los artificieros. Las autoridades y el arzobispo Ureña se apresuraron a acudir al Pilar a comprobar los daños, que en principio no parecían graves. Luego se conoció que la limpieza del órgano, por el polvo y la pólvora introducido en los tubos, costaría nada menos que 123.750 euros.

Era un golpe inesperado; el único aviso que hubo, de hecho, fue a un centro de estética y se tomó a broma. Lamentablemente, no lo era. Como tampoco el nombre del comando anarquista que reivindicó la acción, Mateo Morral, el anarquista que atentó contra el rey Alfonso XIII el día de su boda y causó decenas de muertos.

Arrestos

Con una rápida investigación la Policía arrestó tras un mes a cinco anarquistas en Barcelona, por su presunta relación con el atentado. Unos arrestos quizá apresurados, dado que tres de ellas fueron finalmente exoneradas. Aparentemente, una de ellas solo era culpable de haber invitado a España a los presuntos responsables directos de la acción, los chilenos Francisco Solar y Mónica Caballero, y los otros dos únicamente compartían piso con ellos.

Pero estos dos, con alias Cariñoso y Moniquita, respectivamente, sí siguen en prisión como imputados por la acción terrorista. Eran pareja, y al parecer se enamoraron en prisión, cuando ambos fueron procesados en Chile por el caso Bombas, la colocación de decenas de artefactos explosivos en iglesias y bancos del país andino por parte de anarquistas. Pero ambos fueron absueltos por defectos de forma en la instrucción, como otros detenidos.

De hecho, su arresto en España causó algunas muestras de solidaridad en forma de bombas en su país de origen, como la que colocaron a finales del pasado mes de julio en la iglesia de Santa Ana, en Santiago.

Este apoyo podría ser interpretado como una corroboración de su pertenencia al conglomerado FAI/FRI-GAC (Federación Anarquista Informal/Frente Revolucionario Internacional-Grupos Anarquistas Coordinados), que el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, instructor de la causa, les atribuye. Lo hace sobre todo por la documentación que les fue incautada en el piso de Barcelona donde fueron detenidos, en plena noche.

Deduce, por los informes policiales, que formaban parte de una estructura de células anarquistas independientes, al estilo de las que se atribuyen a la yihad islámica. Por ello, les imputa un delito de pertenencia a grupo terrorista.

Según la investigación policial, que el juez avala, ambos acudieron el 2 de octubre desde Barcelona en autobús. Las cámaras les captaron, pero iban muy tapados, así que usaron un programa informático de reconocimiento facial que mostró compatibilidades. También cuando prepararon la mochila con una bombona de gas y la introdujeron en el templo.

Más visibles estaban en una posterior visita a la abadía de Montserrat, en Barcelona, donde se les observaba mirando a las cámaras. El juez dedujo que iban a atentar y les imputó una tentativa, aunque ellos sostienen que estaban de turismo.