Aún no ha habido comunidad autónoma que haya mostrado alguna vez su satisfacción con la cantidad que recibe del Estado. Siempre hay algún criterio que la discrimina y en este Estado cuasifederal cada uno mira al vecino con recelo como el glotón que piensa que al comensal de al lado siempre le sirven más en el plato. Así pasa en los consejos de Política Fiscal y ha pasado conn este fondo de emergencia d el Estado para que las comunidades hagan frente a la situación poscovid-19.

Sobre el papel, que Aragón reciba 400 millones de los 16.000 no es ni mucho ni poco. Todo depende de cómo se inviertan y siempre habrá alguna variable que le beneficie y alguna que le perjudique. Resulta llamativo que haya quien cuestione que Cataluña y Madrid se lleven el 40% del total del fondo. Porque por mucho que la despoblación sea un problema, la relación con los efectos de la pandemia es relativa. Porque se han hecho bien los deberes en Aragón y precisamente por la dispersión de la población, las imágenes que se han visto de Leganés o del Palacio de Hielo, o de Ifema, no se han vivido en nuestra comunidad. Y 400 millones dan para mucho. Otra cosa es, y eso ayer no lo cuestionó ni el PP, ni Cs ni Vox, que gran parte del fondo vaya para una comunidad, la de Madrid, que presume de ser casi un paraíso fiscal y privatizador pero luego precisa de lo público (que viene, precisamente de los impuestos de los que se reniegan). Pero de eso se trata la solidaridad (algo que también debería recordar ahora el president de la Generalitat) a la que tanto apelan estos partidos pero que luego aparcan para criticar que aquí llega menos que a otros. Cuando se trata de repartir, nunca nadie está contento con lo que le toca.