Tomas Michal Houwald, conocido como Tomasín, ha sido condenado a cuatro años de prisión --ya ha cumplido más de dos-- por dar dos puñetazos a su amigo Tomas Kristian Dudzinski, que hicieron que cayera al suelo y se golpeara la cabeza, lo que le produjo una hemorragia cerebral que le mató, dos días después, cuando estaba en la uci del hospital.

El magistrado presidente del tribunal del jurado, que enjuició el caso, ha aplicado la pena que pidió el fiscal, la máxima posible por delitos de homicidio por imprudencia grave y lesiones graves, considerando el resultado producido. Le condena además a pagar 100.000 euros a los padres de la víctima, representados por la letrada María Luisa Tarodo.

El veredicto consideró probado que Tomasín, defendido por Javier Osés, acudió al domicilio de su amigo Tomas Kristian --en la calle Almudévar de Zuera-- el 24 de marzo del 2012, sobre las 17.00 horas, y sin mediar palabra le propinó dos puñetazos en ambos lados de la cara. Los golpes le hicieron caer, y se golpeó la cabeza, lo que le causó un hematoma subgaleal y una fractura de la base craneal, que a su vez desencadenó una hemorragia cerebral que le mató. El deceso fue certificado a las 13.00 horas del 26 de marzo, dos días después de la agresión, en la uci del hospital Royo Villanova de Zaragoza.

Pese a que el condenado aseguró que sabía quién había sido, pero que no lo diría por miedo, el jurado no creyó su versión, como tampoco vio pruebas, más allá de su testimonio y el de otros compatriotas, de que fuera borracho. Pero tampoco tuvo la certeza de que quisiera matar, ni siquiera de que pudiera haberse imaginado que podría hacerlo.

Sí consideró que cometió una grave imprudencia al darle dos fuertes puñetazos a la víctima, que junto con el resultado de muerte permiten aplicarle un concurso ideal de delitos, como pidió la Fiscalía, e imponerle la pena máxima. Un tercio de la que inicialmente pedía el ministerio público, por homicidio.

NO HUBO PALIZA Tampoco consideraron los nueve hombres justos que las lesiones pudieran ser fruto de una paliza que sufrió la víctima cuatro días antes de esta agresión, por parte de otros cuatro compatriotas. Los forenses aseguraron en la vista que el traumatismo que derivó en la muerte tuvo que darse como mucho 48 horas antes, como así dieron por probado.

Tampoco dieron credibilidad a otro habitante de la casa que narró cómo la víctima se cayó por la escalera al tropezar con un gato, aquel mismo día. Este le encontró en el suelo del baño y le creyó borracho, por lo que lo trasladaron al sofá, donde incriminó al ahora condenado identificándole como su agresor delante de otro compañero de piso.